Opinión

El ahorro artificial

Por: Martín Valdivia Rodríguez

Las urgencias y carencias devenidas de la pandemia están creando en la cadena productiva una especie de ahorro artificial que no es advertido por los economistas. No se trata del ahorro común, la porción del ingreso que no gasta el consumidor, sino del dinero que no invierten el productor y el comerciante, pero que llegan a cobrar de manera furtiva, por así decirlo. El asunto tiene que ver con la cantidad y la calidad.

No solo se está recurriendo al robo en el peso, sino también a otros recursos igual o más deshonestos. Los productores, no todos, pues hay honrosas excepciones, están reduciendo considerablemente la calidad y el volumen en artículos que aparentemente son los mismos que antes, pero que en realidad no lo son. Veamos algunos ejemplos.

El más común es el robo en el peso, que se da no solo en los mercados, sino hasta en los tricicleros que pasan por los barrios con sus frutas, las que ofrecen a precios de “oferta”. “Lleve, caserita, dos kilos de mandarinas a tres soles”, gritan por sus altoparlantes. Como cada kilo de mandarinas no baja de tres soles en un mercado, muchas personas corren a comprar. Sin embargo, el comerciante compensa el bajo precio con el peso sobrecargado, creándole al consumidor un ahorro irreal.

Otro caso. El papel higiénico —en algunas marcas, no todas— cuesta igual que antes, pero se acaba más rápido. Ya no se da eso de “más papel, de punta a punta”. Resulta que ciertos productores lo enrollan de una manera que les permite ganar más volumen por menos cantidad. El truco, lógicamente, afecta los bolsillos de los consumidores.

Y otro. El aceite, en algunas marcas, ahora se evapora más rápido que antes en la sartén debido a que en su producción se utilizaron insumos de menos calidad que antes. La botella viene llena, pero se tiene que usar más aceite y, consecuentemente, gastar más de la cuenta.

Lo mismo pasa con cremas dentales, hojas de afeitar y muchos otros productos que incluso están más baratos que antes. Sin embargo, ese ahorro ficticio, al final, perjudica los bolsillos, la alimentación y, posiblemente en algunos casos, hasta la salud de los consumidores. ¿Sabrán todo esto en Indecopi, Digemid, ASPEC y otras entidades públicas y privadas que supuestamente velan por los consumidores?. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.

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