Opinión

Dos ídolos de barro

Por: Omar Chehade Moya

La lucha anticorrupción tiene varias caras: los que verdaderamente se comprometen a dar la batalla sin ninguna ideología política ni consigna de por medio objetiva e imparcialmente sirviendo cívicamente al país para librarnos de esa lacra, también están los que lo hacen llevados por el odio y la animadversión, pero también están los otros, que más allá de estar convencidos de una ideología política lo hacen por lucro, figuración, o por recibir prebendas o planillas “b” para enriquecerse negociando sus ataques contra determinadas personas, que, allende de ser inocentes o culpables de la comisión de delitos, son utilizados como chivos expiatorios de estos malos funcionarios “anticorrupción” para engrosar sus arcas personales y satisfacer intereses subalternos.

Lamentablemente, ante una crisis de valores al más alto nivel, la población harta de la corrupción imperante estaba urgida de encontrar super héroes que combatieran esta podredumbre. En ese instante con mucho cálculo se instalaron hace 7 años dos cazurros funcionarios de la fiscalía peruana en busca de poder y beneficios personales: Rafael Vela Barba y José Domingo Pérez.

Dos fiscales, que, según los principios constitucionales del Ministerio Público deberían ser los defensores de la legalidad, la ley y actuar con independencia, pero que, sin embargo, vendieron su trabajo al inefable Gustavo Gorriti Ellenbogen y a su ONG izquierdista caviar del IDL, financiada con la plata del enigmático magnate internacional, George Soros.

A través de las declaraciones de Jaime Villanueva (ex asesor de la Fiscal de la Nación, Patricia Benavides) en sus declaraciones oficiales como colaborador eficaz, ha detallado documentalmente algo muy escabroso que ya sospechábamos hace años la mayoría de los peruanos: como Gorriti y el IDL manejaban y dirigían la Fiscalía de la Nación de acuerdo con sus intereses.

Para nadie medianamente informado era un secreto que el señor Gustavo Gorriti, un peligroso sujeto de los servicios secretos de inteligencia internacional, tenía tentáculos muy importantes en diferentes instituciones: gobiernos de turno, el Poder Judicial, la Fiscalía, parte de la cúpula de la Policía Nacional y las Fuerzas Armadas, el Jurado Nacional de Elecciones, en la propia prensa y un largo etcétera. Fue un trabajo paciente y bien urdido de años. Se daba el lujo de arrinconar autoridades de turno, y destituir fiscales o jueces incómodos como Pedro Gonzalo Chávarry entre otros. Utilizaba el poder de varios políticos caviares o comunistas para negociar con ellos como con el perverso Martín Vizcarra, Sagasti, Ollanta Humala, Villarán o Nadine Heredia, para deshacerse de sus opositores políticos como Alan García o Keiko Fujimori.

Urdía planes maquiavélicos para favorecer a la corrupta empresa Odebrecht, utilizando a sus compinches de la prensa como la turbia Rosa María Palacios y su grupo caviar y en ese camino se asoció con los sedientos fiscales Rafael Vela y José Domingo Pérez, que, como estrellas de rock les fascinaba los flashes y las cámaras.

Hoy ya no queda duda que no fueron más que ídolos de barro, y que el Ministerio Público como la mayoría de las instituciones tutelares del país necesitan una profunda restructuración.

(*) Exvicepresidente del Perú

* La Dirección periodística no se responsabiliza por los artículos firmados

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