Opinión

Chanfaina diplomática

Por: Antero Flores-Araoz

La diplomacia peruana, afincada en su sede del Palacio de Torre Tagle, debe estar por lo menos confundida, no solamente porque está albergando como Canciller de la República a una persona cuyos pergaminos y laureles no son precisamente los diplomáticos, sino los originarios en antigua guerrilla, que por más que se vista de seda, guerrilla se queda, homologando antiguo refrán.

No por discurso con algunas expresiones académicas y tono solemne, se hace respetable, pues lamentablemente no lo es. Me refiero al discurso del actual Canciller en el día del diplomático. Este discurso tiene expresiones sociales que seguramente son compartidas por toda la ciudadanía, otras que no tienen nada que ver con las funciones del Ministerio de Relaciones Exteriores.

Entre las expresiones acertadas nos referimos, tenemos su dicho que los funcionarios diplomáticos peruanos deben tener una “acendrada vocación patriótica” comprendiendo que “los intereses nacionales corresponden a todos los peruanos”. Agregó que la política exterior debe ser “de paz, amistad sincera, cooperación y entendimiento con todos los países del mundo, especialmente nuestros vecinos y principales socios comerciales, económicos y los vinculados a la defensa nacional, sin distinciones de corte ideológico”.

Fuera del contexto y quehaceres diplomáticos estuvo su expresión que la diplomacia tiene que inspirarse en la naturaleza pluriétnica y plurinacional de la patria, debiendo ser sensible “con los problemas y las carencias de los marginados, los pobres y los excluidos”. Agregó que la diplomacia debe “contribuir a que el Perú sea una nación democrática, integrada, con coherencia social, sin injusticia, y donde no existan el racismo y la exclusión”. Todo ello suena a música de los dioses, pero nada tiene que ver con un Ministerio de Relaciones Exteriores, que como su nombre lo indica tiene que concentrarse en las relaciones con los otros países, pero no incursionar en tareas que corresponden a otros ministerios y organismos, como es la inclusión social.

Con gravísimo error pretende impulsar UNASUR, cuando sabemos que es un organismo en franco deterioro y con cercana defunción, creado para hacer acompañamiento a los países de la Alternativa Bolivariana de los Pueblos, ajena a nuestras tradiciones. También quiere resucitar a la CELAC, creada para unir a los pueblos desde México hasta el Sur, pero con omisión de Canadá y de Estados Unidos de América, haciendo una OEA más pequeña y debilitada. Lo que tenemos que hacer es que la OEA cumpla con las funciones para la cual fue creada y no afectarla más. Respecto a la Comunidad Andina, parece no comprender que esta agónica y que los discursos no harán variar su fracaso. Lo peor fue resucitar el Convenio de Escazú para el Perú, cuando es un capítulo que ya felizmente cerró el Congreso de la República, pues violentaba nuestra soberanía.

Lamentablemente omitió que lo que tenemos que priorizar son nuestras relaciones económicas, que los tratados de libre comercio nos han abierto puertas y ventanas de oportunidad, que nuestro ingreso a APEC ha sido muy fructífero, que tenemos mucha esperanza en el Acuerdo Transpacífico y en ampliar el campo de acción con nuevas incorporaciones en la Alianza del Pacífico, que nos es más amigable que países que nos pretenden imponer modelos distantes a nuestros principios democráticos.

Una chanfaina de buenas intenciones, crasos errores y profundas omisiones.

(*) Excongresista de la República

(*) Expresidente del Consejo de Ministros

(*) La empresa no se responsabiliza por los artículos firmados.

Related Articles

Agregue un comentario

Su dirección de correo no se hará público. Los campos requeridos están marcados *

Check Also
Close
Back to top button