Opinión

Benedicto XVI

Por: Luciano Revoredo

Papa Emérito Benedicto XVI, quien se desempeñó como el Pontífice número 265 de la Iglesia Católica desde 2005 hasta su renuncia en 2013, murió a la edad de 95 años. En el Vaticano se dio a conocer la noticia a través de un breve comunicado que sacudió todas las redacciones del mundo y conmovió a la grey católica universal.

“Con tristeza les informo que el Papa Emérito, Benedicto XVI, falleció hoy a las 9:34 en el Monasterio Mater Ecclesiae en el Vaticano. Se proporcionará más información lo antes posible”, dijo el director de la Oficina de Prensa del Vaticano, Matteo Bruni.

Con la muerte de Benedicto XVI se va uno de los más grandes pontífices, una de las más preclaras y brillantes mentes del pensamiento católico y sin ninguna duda uno de los hitos teológicos en los dos mil años de cristianismo.

El joven Ratzinger vivió los horrores de la guerra, luego fue ordenado sacerdote de Cristo en 1951y obtuvo un doctorado en teología en la Universidad de Munich en 1957.

Participó activamente del Concilio Vaticano II, algunos interpretan su participación desde una óptica más bien progresista, sin embargo, su afán verdadero es el de una iglesia que se adecua a los tiempos, pero no rompe con la tradición. Incluso luego que el Concilio sirve como excusa para muchos desvaríos teológicos y para todo tipo de desviaciones pastorales, es enérgico en señalar en una entrevista radial: “El tipo de sacerdote que no es más que un trabajador social puede ser reemplazado por el psicoterapeuta y otros especialistas”. Para él la forma de seguir rectamente el Concilio Vaticano II era en continuidad con los concilios anteriores, refiriéndose a Trento y al Vaticano I. En 1981 Juan Pablo II lo nombró prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Es desde este cargo que hace un servicio extraordinario a la iglesia y se convierte en un soporte fundamental para el pontificado del pontífice polaco.

Son los tiempos en que particularmente la iglesia latinoamericana se encuentra infectada por la infiltración de la teología de la liberación, hija de la Nouvelle Théologie, que tiene entre sus creadores y difusores al peruano Gustavo Gutiérrez Merino, quien en 1971 publicó el libro Teología de la Liberación. Gutiérrez y sus seguidores creen desde el cristianismo en la concepción marxista de la historia estructurada por la lucha de clases, la cual es vista como una necesidad para los cristianos.

Al respecto es que se da una clara y contundente condena de esta teología a través de la “Instrucción sobre algunos aspectos de la Teología de la Liberación”, redactada por el entonces Cardenal Joseph Ratzinger y aprobada por el Santo Padre Juan Pablo II. Ratzinger se mantuvo al lado del pontífice polaco hasta su muerte en 2005, como uno de sus más cercanos colaboradores y luego su sucesor en el pontificado.

En la misa previa a la elección en la que el propio Ratzinger resultaría elegido Papa, tuvo palabras duras y proféticas: “A quien tiene una fe clara, según el Credo de la Iglesia, a menudo se le aplica la etiqueta de fundamentalismo. Mientras que el relativismo, es decir, dejarse llevar a la deriva por cualquier viento de doctrina, parece ser la única actitud adecuada en los tiempos actuales. Se va constituyendo una dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo y que deja como última medida sólo el propio yo y sus antojos”.

(*) Analista político

(*) La empresa no se responsabiliza por los artículos firmados.

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