Opinión

Atrapados entre corruptos y miserables

Por: Hugo Guerra Arteaga

Es terrible comprobar que se puede caer cada vez más bajo en la política peruana, sin que haya una sola fuerza institucional que salga en defensa del interés nacional.

Lo de Castillo es impresionante. Día tras día, prueba tras prueba, la fiscalía de la nación está demostrando que su hipótesis inicial es correcta: el presidente es cabecilla de una organización criminal que ha infiltrado al estado para saquearlo desde adentro. Su esposa resulta ser la coordinadora de la mafia, su hija-cuñada (“la cuñis”) es una operadora, lo mismo que los sobrinos fugados, el hijo menor está comprometido con dineros de origen inexplicable y los coterráneos de Anguía, Chota y alrededores son fichas que se dedicaron a traficar influencias, aprovechar licitaciones amañadas, compras irregulares y un largo etcétera.

De alguna manera es como si el gobierno de Castillo fuera el conjunto de ladrones, sicarios, extorsionadores y malvivientes salidos de Lurigancho, Santa Mónica y cualquier otro penal. Y otro tanto debe decirse de gran parte de los 66 ministros que ha convocado este régimen en poco más de un año, siendo el caso del extitular de Defensa uno de los más trágicos de la historia republicana.

A pesar de su condición de contralmirante en situación de retiro, ha terminado repudiado por la Marina de Guerra del Perú, por la Unión Naval, la Asociación de Generales y Almirantes, y por todos aquellos que ven en él a un símbolo miserable de colaborador con el comunismo y funcionario con claras evidencias de haber convertido el uniforme de la patria en estropajo. Razones por las cuales terminará el resto de sus días convertido en un paria, un apestado.

La mafia chotana no para en las fechorías ya cometidas (y que conste que todavía no se han destapado las ollas de muchos ministerios). Ahora mismo durante el proceso es grosera la forma como amedrenta a los fiscales y a los testigos: envía desde drones intrusivos a los domicilios de las autoridades, mientras amenaza de muerte a los testigos.

Peor todavía, utilizando los recursos del estado Castillo y su primer ministro siguen adelante con su plan maldito de incitar a la sedición. Convocan a licenciados y reservistas militares ofreciéndoles dádivas irregulares; azuzan a los dirigentes de bases sociales; hacen giras por el país en campaña para convocar a una ilegal e ilegítima asamblea constituyente; y, la cereza sobre el pastel, han alentado y permitido la liberación anticipada del psicópata asesino Antauro Humala en la ilusión de juntar al fascismo con el comunismo.

Frente a todo eso, las Fuerzas Armadas no se deciden a dar el paso restaurador pese a estar facultados porque está en juego la seguridad e integridad de la nación. Y en el Congreso de la República la mayor parte de representantes se aferran, despreciables, a su curul, en medio de una ola de pruebas sobre cómo los “niños” de la corrupción son muchos más que los identificados inicialmente.

Pronto la Fiscalía – que también está bajo ataque sostenido de los caviares- tendrá que formular acusación constitucional y la pelota estará plenamente en cancha parlamentaria. ¿Qué harán entonces los congresistas que se niegan a dar los 87 votos para la vacancia presidencial? ¿Se irán de semana de representación? Indignante comprobar cómo los peruanos estamos atrapados por la tenaza que forman, de un lado, los corruptos y, de otro lado los miserables.

(*) Analista político

* La Dirección periodística no se responsabiliza por los artículos firmados

 

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