Opinión

¿A quiénes elegir el 2026?

Hay un libro titulado “Amor y odio tienen cuatro letras”, de la escritora norteamericana Eleanor Rigby, cuyo nombre, curiosamente, es el mismo de una famosa canción de Los Beatles. Por coincidencia, muchos otros pares de palabras antónimas también tienen el mismo número de letras, por ejemplo: mentir y verdad, fracaso y triunfo, miedo y valor, pobreza y riqueza. Esta caprichosa analogía nos demuestra que las monedas siempre tienen dos caras antagónicas, como la corrupción y la honestidad, las cuales, por cierto, también tienen igual número de letras.

Los políticos están llamados a elegir el camino correcto, el de la honradez, no el de la deshonestidad. El anverso de la moneda, no el que está bajo la sombra. La honradez sin importar el nivel cultural, la posición social o el poder económico que tengan. Porque, así como la pobreza no justifica la delincuencia, la falta de riqueza tampoco es razón para que un político meta las manos en esa sanguaza rancia y pestilente de la corrupción.

Hemos tenido en cargos de presidentes, gobernadores regionales, congresistas, alcaldes y regidores a personas de orígenes humildes y de escasa preparación académica, como también a empresarios adinerados, profesionales llenos de títulos y militares de alto rango. Todos juraron cumplir fielmente la responsabilidad que la población les confió, pero muchos no solo no dieron la talla porque carecían de la preparación y las habilidades necesarias, sino también porque hicieron todo lo contrario, sus gestiones mediocres, turbias y nocivas, demostraron su falta de honradez.

Cuando alguien elige el camino de la política, se supone que lo hace por vocación de servicio, aquel atributo noble del que están premunidas ciertas personas que no piensan no solo en ellas mismas, sino también en los demás. Sin embargo, la experiencia nos ha enseñado que muchas de estas personas piensan primero en sus bolsillos que en servir a los demás en cumplimiento de la responsabilidad que asumieron.

Estamos ad portas de un año preelectoral en el cual los candidatos volverán con sus promesas, sus cantos de sirena, no los que le advertía la diosa Circe a Ulises, sino los de maliciosos personajes que creen que la política es un emprendimiento en el que pueden invertir cierto dinero para convertirse en millonarios. Dicen que el golpe enseña y los peruanos ya somos expertos en equivocarlos a la hora de elegir. Ojalá hayamos aprendido la lección y en las elecciones del 2026 el casillero que marquemos en la cédula electoral no sea nuevamente un voto perdido. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.

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