Pasaron más de dos años para que el Cristo Moreno retorne a las calles y vuelva a realizar su tradicional recorrido. Este viernes 28 de octubre centenares de creyentes salieron a las calles del distrito de Breña para acompañar, contemplar, agradecer, pedirle perdón, pedirle sus deseos y prometer. Muchos atavadios, con golpes de pecho y lágrimas en los ojos se entremezclaron en la procesión: una marea indomable donde todos fueron iguales, chocando a empujones, insultos y ‘carajeadas’, que pusieron al descubierto su cristianismo, y demostrando que cuando de empatía y tolerancia se trata, aquella fe y espiritualidad morada, se desmorona como el barro.
La imagen del Nazareno nuevamente bendijo las calles limeñas conmoviendo a las masas, después de soportar una pandemia feroz que nos apartó del contacto directo con esta imagen que tiene más de 300 años de existencia. Sin embargo, aún la vida, la muerte y el Covid-19 no nos hizo entender absolutamente nada. No aprendimos la lección. Aquellos cristianos que se rasgan las vestiduras y que expresan su adoración al Nazareno, continúan siendo los mismos desleales a los preceptos bíblicos y, sobre todo, pecando en contra de su prójimo.
De nada vale adorar al Cristo Moreno, venerar su imagen, vestirse de morado y cargar sus andas cuando la mala fe los pone de manifiesto, desenmascarando su verdadero yo y deshorando un altar milagroso que no debe ser tomada como un pretexto, sino como una bondad celestial por la que realmente debemos profesar paz, lealtad y transparencia.
La pandemia no fue suficiente. Aún nos falta por valorar la vida y entender que estamos de paso, con un propósito y con la misión de aportarle a ella. No estamos solo para durar, para pervivir sin dejar huella. El Señor de los Milagros volvió, pero sus peregrinos se visten de fieles y a la vuelta de la esquina se les cae la máscara de la traición. “Cristo Moreno, Perdónalos porque no saben lo que hacen”.
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