Opinión

Universidades del crimen

Por: Martín Valdivia Rodríguez

“Aquella no era una cárcel, era una universidad del crimen. Entré con un bachillerato en marihuana y salí con un doctorado en cocaína”, expresó, al salir de prisión, George Jung, interpretado por Johnny Deep, en la película “Blow” (2001). El filme cuenta la historia de un hombre de familia humilde que consiguió hacerse millonario en la década del 70 al incursionar en el narcotráfico. Es lo mismo que ocurre en Perú, los presos se perfeccionan en los penales de Lurigancho, Castro Castro, Piedras Gordas, Aucallama… hasta en Challapalca. Y no solo eso, desde allí dirigen sus bandas, ordenan asaltos, asesinatos, secuestros y otras fechorías.

¿Por qué no investigar a estos cabecillas si están localizados, encerrados y tienen un reducido campo de acción con relación a los delincuentes que están en libertad, de los cuales la Policía no consigue ni los rastros? ¿Por qué hasta hora no se ha podido instalar un eficiente sistema de bloqueo de las llamadas en las cárceles? ¿Si se siguen haciendo llamadas desde los penales? ¿Por qué no encontrar un mecanismo legal para interceptar sus comunicaciones, desbaratar sus planes y capturar a sus cómplices que están en libertad?

En estos momentos, las organizaciones más peligrosas en el Perú, las que perpetran más asaltos, las que asesinan más, las más sanguinarias, son el “Tren de Aragua” y sus diversas facciones, como “Los Gallegos”, todas de Venezuela. Según el general Óscar Arriola, jefe de la Dirección Nacional de Investigación Criminal de la Policía Nacional del Perú (PNP), en los penales del país hay 3,100 delincuentes venezolanos y de ellos 52 son miembros de “Los Gallegos”.

Los métodos básicos de una investigación son la observación, vigilancia y seguimiento, videovigilancia, labores de inteligencia, acciones de investigación, intervenciones, registros, incautaciones, pericias, declaraciones y reconocimiento. Por lo general, la Policía no puede realizar todos estos procedimientos en una investigación convencional. Sin embargo, en la investigación de la relación de un recluso con un hecho delictivo, para desbaratar a la banda que ejecuta los golpes en la calle, es mucho más fácil. Porque a los reclusos no hay que perseguirlos para atraparlos, pues ellos están allí en sus celdas y pabellones.

Esos sujetos pueden dar la pista de los cabecillas que están libres, como el “Niño Guerrero” o Wanda del Valle, expareja de “Maldito Cris”. Definitivamente, esta labor debe formar parte de un plan, que al parecer en nuestro país por el momento no existe. Porque que lo digo y escribo siempre lo firmo.

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