Alejandro Toledo es uno de los cinco expresidentes peruanos involucrados en el caso Odebrecht y el primero que recibe pena de cárcel. También están implicados Ollanta Humala, Pedro Pablo Kuczynski, Martín Vizcarra y Alan García, aunque este último ya no se encuentra en este mundo. A nivel de Latinoamérica también hay varios exmandatarios comprometidos, aunque en el Perú son más que en cualquier otro país. Ese es un primer lugar que avergüenza.
Brasil es el segundo país con más expresidentes investigados por su presunta participación en la trama de la corrupción de la mafiosa constructora Odebrecht. Ya estuvo en la cárcel Luis Inácio Lula da Silva, aunque salió
en libertad y hasta volvió al gobierno. Los otros dos son Fernando Collor de Melo y Michel Temer. La lista es larga. En El Salvador está Mauricio Funes; en Colombia, Juan Manuel Santos; en Ecuador, Jorge Glas y Rafael Correa; y en Argentina, Mauricio Macri. Algunos están en investigación y otros han sido condenados no directamente por Odebrecht, sino por otros casos de corrupción, lo que demuestra que ese era el modus operandi de sus malas artes. Sin embargo, la justicia puede tardar, pero llega, como se mostró con Toledo,
así que varios de los nombrados también pueden terminar entre rejas.
El caso del expresidente de Panamá, Ricardo Martinelli, un magnate que gobernó ese país entre el 2009 y 2014, aún es más triste. Está implicado en el caso Odebrecht, pero fue a prisión por otros procesos y arrastró a su
familia a la desgracia, pues sus hijos Ricardo Alberto y Luis Enrique Martinelli Linares, también terminaron en la cárcel tras declarase culpables de corrupción por haber cumplido “órdenes de su padre”. Ambos abrieron
cuentas bancarias y empresas ficticias para recibir los sobornos durante el mandato de su padre.
Otros expresidentes involucrados en casos de corrupción durante sus gobiernos fueron Cristina Fernández de Kirchner, de Argentina; Otto Pérez Molina y Álvaro Colom, de Guatemala; y Rafael Callejas, de Honduras.
De tal manera que, aunque no es una regla, siempre hay presidentes comprometidos con la corrupción, ese flagelo que al Perú le cuesta cada año más de 23,000 millones de soles, un dinero que bien se pudo haber utilizado para la construcción de colegios, hospitales, carreteras, puentes. Que los casos como el de Toledo sirvan como ejemplo del fin que tienen quienes llegan al poder y se manchan las manos con dinero sucio. Tarde o
temprano llega la justicia y el precio que se paga es muy alto. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.