Opinión

¿Todo está consumado?

Por: Ángel Delgado Silva

Un no rotundo es la respuesta. Ello pese a que las tensiones acumuladas durante el escrutinio de la segunda vuelta electoral –sin duda irregular y marcada por la sombra del fraude– generen una imagen apocalíptica sobre su desenlace. Muchos creen que la proclamación de Castillo y su ascenso al mando, el 28 de julio, será el prólogo de un derrotero catastrófico e inexorable. La apertura a un período agónico y terminal de la política, donde el escenario se estrecha en una disyuntiva trágica: la sumisión o el huir. Sería atroz que el ímpetu democrático de una ciudadanía, tradicionalmente pasiva, ahora movilizada por calles y plazas rompiendo su apoltronamiento, se desvanezca ante dicha perspectiva funesta.

Las visiones maniqueas que pregonan el fin del mundo no acompañan bien a una praxis política innovadora. Al predeterminar un final y reducir las opciones, la política se banaliza y pierde su prístino sentido creador de mundos y cambios sociales. Se instala en la comunidad un ánimo de impotencia y el conformismo infecundo aflora menoscabando el compromiso cívico.

El ascenso a trompicones de un mandatario cuestionado en sus orígenes, no abona un ápice a la legitimación política que requiere. En vez de ello, su régimen acusará tremendos déficits de gobernabilidad, agudizados por las nuevas olas de pandemia aún irresolutas y la persistencia de una economía quebrada que ha arrojado a la pobreza a millones de peruanos. Por todo ello, los que se auparon al poder con métodos bastardos están muy lejos de cantar victoria. Su manifiesta incapacidad ante los graves problemas nacionales, puede ser el foso insondable donde sus propósitos se hundan. Entonces sus fracturas y contradicciones internas, se volverán insoslayables y retroalimentarán la crisis presente.

Ciertamente ello no ocurrirá espontáneamente. Será imprescindible una batería de acciones políticas deliberadas y eficaces para plantar cara a la expansión antidemocrática del poder gubernamental. Sólo así se evitará que su eventual derrumbe dimane en una violencia indiscriminada, que asole al país.

En ese sentido, la próxima composición de la directiva del Congreso tendrá un carácter decisivo. O refleja la polarización política y social existente o, por el contrario, gesta un equilibrio político que cierre las amenazas contra la República y, en simultáneo, tienda los puentes para un entendimiento elemental con el Ejecutivo, que aleje al Perú del abismo liquidador.

Por lo dicho, la lucha republicana por la libertad y el Estado de Derecho no se cancela ni amaina con Castillo proclamado. Nuevas batallas democráticas nos corresponde librar contra las tentaciones autoritarias. El peligro antirrepublicano seguirá siendo una evidencia objetiva. Pero la nueva correlación de fuerzas dibujada en los últimos dos meses, será la fortaleza que nos permita resistir con éxito.

(*) Constitucionalista

(*) La empresa no se responsabiliza por los artículos firmados.

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