En las próximas semanas se formalizará el inicio de la contienda electoral, para la renovación de nuestros actuales “representantes” encargados de conducir, las riendas del gobierno en sentido lato. Con el permiso de Agatha Lyz, me permito pronosticar el desfile de los “mocha sueldos”, “los niños” y los “mecánicos de la ley” por los pasillos del Ministerio Público y el Poder Judicial. En algunos casos tendrán ocasión de conocer a quienes también por encargo del pueblo, practican entusiastamente el pingue negocio de quitarle la venda que cubre los ojos de la justicia, para develar en que platillo aparecen los soles. Así, estamos por ahora.
En esa comparsa que desfila con escondida vergüenza, también dejarán sus cargos ministeriales, algunos transeúntes de la política -tras librarse de la renuncia por decoro, la censura o la sustitución por incompetencia-; los que nos han empachado con las mayores muestras de conductas aduladoras, zalameras, lisonjeras. Se nos alejan por fin y quizá para siempre, los piquichones con fajín.
La democracia vuelve asomar ante nosotros. El sufragio como instrumento de participación concreta en los asuntos de común y cabal interés, una vez más, nos reta a ejercer el derecho a elegir a nuestros representantes, con responsabilidad, inteligencia y compromiso ciudadano.
Aunque todo indica que resulta ingenuo predicar sobre la democracia, ante electores que en el páramo de las ideas o el terreno baldío de las convicciones, solo acuden a las urnas empujados por la costumbre o para huir de las multas electorales. Apretados en la fila de votación no saben a quién elegir; o sabiéndolo se apresuran por hacerlo, sin importarles sus antecedentes, ideología o propuestas. Qué más da …, si se cree que todo seguirá igual.
Tenemos poco tiempo para sacudir de la modorra a la ciudadanía; hay que esforzarse para recordarle que por un instante -en la emisión del voto- es soberano y plenamente igual; que tiene el derecho a aspirar a algo mucho mejor.
Ojalá que podamos renovar la esperanza de que existen hombres en quienes confiar; los cuales están dotados de conocimiento y experiencia; que enarbolan las ideas que conducen al bienestar, al progreso y la justicia social. Depende de cada votante darle el lugar que corresponde a la moral, el mérito y la consecuencia.
Para abrir el camino hacia algo distinto, se necesita interesarse seria y rectamente; informarse adecuadamente y entender que elegir implica que se es simultáneamente responsable de lo que pasa y co-causante del cambio que se anhela.
Que Dios con su infinita bondad ilumine a los partidos para que haciendo de “baja policía” aleje de sus listas, a los émulos del buen y el mal ladrón; al ignaro intrépido; al inconsecuente y al malabarista ideológico. Ello contribuirá decididamente para que el pueblo pueda escoger entre los mejores. Esos hombres existen: hay que ponerlos en la vitrina para que se pueda escoger sin ningún gambito partidario o al servicio de los inversionistas de la corrupción.
Parece poco probable lo que he escrito: me justifico diciendo que la fe existe … y a veces nos hace el milagro.
Les recuerdo que el Señor de los Milagros, San Judas Tadeo, San Martín de Porres y Santa Rosa de Lima, reciben peticiones para llevarlas como recado del corazón del pueblo ante el altísimo.
(*) Expresidente del Tribunal Constitucional.
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