Opinión

Respeto a la voluntad popular

Por: Martín Valdivia Rodríguez

Hay una frase muy usada en los deportes, especialmente en el box, cuando un enfrentamiento está muy reñido: “el que se cansa, pierde”. También es empleada en la política y parece haberse trasladado al escenario peruano, a esta coyuntura política y electoral con una disputa que no terminó en las urnas, sino que se ha trasladado a los fueros legales con impugnaciones y observaciones que deben ser resueltas por los organismos electorales. Pareciera que se piensa que el que insiste con la mayor cantidad de recursos de nulidad y tiene más tiempo a sus seguidores manifestándose incansablemente en las calles, ejerciendo presión más tiempo, se impondrá al final. Todo esto en medio de una pandemia que tiene como cómplice, justamente, a la conglomeración de personas.

Es cierto, hay que defender el voto, la voluntad popular. Se trata de un acto de justicia y lealtad con las grandes mayorías que, al fin y al cabo, son las que inclinan la balanza hacia el lado de la democracia, que es, después de todo, el gobierno del pueblo. Sin embargo, los principales actores de este proceso, ambos candidatos, así como las autoridades y los propios electores, están llamados a actuar con responsabilidad y honestidad.

Por un lado, es absurdo que se interpongan recursos que evidentemente no tienen sustento y solo harán demorar el proceso. Los que tienen fundamento, bienvenidos sean, pues son el arma de la justicia en circunstancias como las actuales. Por otro lado, es peligroso para la salud y la vida que todos los días cientos, miles de personas salgan a las calles y se aglomeren. Existe el derecho a la protesta, pero no a salir a las calles en grupos en estos momentos en que un virus, que puede llevarse en las manos, las suelas de los zapatos y circula hasta en el aire, está al acecho de una oportunidad para ingresar por la boca, la nariz y los ojos para hacer todo lo que ya sabemos en el organismo de una persona.

Esperemos que este asunto se resuelva cuanto antes y que, al final, el candidato o candidata a quien proclame el JNE como vencedor de las elecciones y futuro presidente de la República, sea el que efectivamente se impuso en las urnas. Esto es, que se respete la voluntad de los ciudadanos como manda la democracia. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.

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