Opinión

¿Políticos o politicastros?

Por: Martín Valdivia Rodríguez

El deterioro y degradación de la política peruana verdaderamente causa indignación y pena. Antes también había mediocridad, arribismo y corrupción, cómo no, pero el asunto se compensaba con no pocas muestras de brillantez intelectual, decencia y honorabilidad. Y había personajes respetables en todas las tiendas políticas, tanto de derecha como de izquierda. Basta mencionar a Roberto Ramírez del Villar, Ernesto Alayza Grundy, Luis Alberto Sánchez, Fernando León de Vivero, Carlos Malpica, Alfonso Barrantes y Javier Diez Canseco. Y ni hablar de Haya de la Torre, Víctor Andrés Belaunde-Diez Canseco y José Carlos Mariátegui. Hoy, en cambio, son muy escasos los políticos de nivel.

Para empezar, un político debe estar identificado con una doctrina filosófica que le permita tener una concepción del mundo, de una realidad, para sobre esa base plantear sus ideas y defenderlas. Los políticos precisan conocer al derecho y al revés el ideario político del partido al que pertenecen, para sustentar sus propuestas con solvencia verbal. Sin embargo, hoy vemos a muchos políticos, incluso de los más incisivos y mediáticos, que no tienen la menor idea de lo que defienden.

Ocurre que, en estos tiempos, para convertirse en político basta tener dinero, comprar un cupo en un partido o cobrarle un favor a algún dirigente de peso en una organización política. Por eso es que algunos, desde su yo interior, han jurado “por Dios y por la plata”. Hubo incluso una congresista que, en el Pleno y delante de todos, confesó: “Yo no tengo miedo a nadie porque estoy aquí por mi plata”.

Ese es el problema, ahora cualquier advenedizo, oportunista y arribista puede convertirse en político y hasta aparecer en las encuestas. Hay una precariedad alarmante. Y no estamos hablando necesariamente de estudios superiores, pues muchos políticos educados en grandes universidades, incluso de Estados Unidos o Europa, han demostrado una preparación académica nivel Azángaro y terminaron sumergidos en el fango de la corrupción. Para ser un político decente es indispensable tener valores.

Antes hemos tenido a los “comepollo”, “robacables”, “mata perros”, “come oro” y otros personajes tristemente célebres. Luego aparecieron los “glotones” de buffets cinco tenedores y ahora han vuelto los “robasueldo”. La diferencia es que, si antes estos personajes eran puestos a merced de las autoridades, hoy se les trata con guantes de seda y sus graves delitos son considerados como faltas leves. ¿O será que ahora sí aplicarán la ley sin miramientos? Veremos qué pasa. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.

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