Opinión

Oportunistas y aprovechados (I)

Por: Martín Valdivia Rodríguez

En el Perú nos hemos acostumbrado a votar con el corazón y no con el cerebro. Hemos sido víctimas de encantadores de serpientes que nos convencieron con su verbo florido y sus cantos de sirena. También nos han engañado otros, no muy versados y más bien torpes en el hablar, pero sí muy astutos, que nos encandilaron con el cuento del peruano auténtico, el “heredero de los incas” que salió de abajo, que arañó la pobreza, luchó contra la adversidad, la venció y llegó a lo alto.

Contra lo que pregonan los conservadores y los progresistas, quienes suelen culparse mutuamente del desbarajuste de la mediocridad y la corrupción, el problema no es necesariamente la propuesta política e ideológica. Esta conclusión es fácil de demostrar en este momento histórico del Perú, cuando en el penal de Barbadillo hay tres expresidentes presos y los tres identificados con ideologías diferentes y divergentes.

Las lamentables consecuencias de esta mala racha no se circunscriben a lo económico, a la inflación, al PBI, a la balanza de pagos, al tipo de cambio, al presupuesto, a la deuda externa, a las condiciones para la inversión pública y privada. Porque ya hemos visto eso de que “roba, pero hace obras” no funciona. El daño también está en el aspecto moral, en la pérdida de valores, que es el germen de la corrupción y otros delitos perpetrados por señores de cuello y corbata.

Y decimos que la raíz del problema no es necesariamente política e ideológica porque si lo fuera no tuviéramos en estos momentos a un expresidente de derecha (Alberto Fujimori), otro de izquierda (Pedro Castillo) y un tercero de centro (Alejandro Toledo) en la cárcel. Las tres corrientes políticas juntas, puestas en evidencia y vapuleadas. Los fujimoristas siempre repiten que Fujimori no fue condenado por corrupción. Pero si el peculado, la usurpación de funciones, la compra de congresistas tránsfugas, la compra de líneas editoriales de los medios, etc., no constituyen delito de corrupción, ¿qué son? Más allá de la tipificación de los delitos, esos 10 años de gobierno causaron un forado en la moral del país.

El pronóstico del fin de las ideologías está en discusión que se inició en los años 50, tras el fin de la Segunda Guerra Mundial y se acentuó con la caída del muro de Berlín (1989). Se pensó que el totalitarismo, el abuso de poder, había pasado a la historia y que la democracia florecería.

Pero resulta que hoy, en un país llamado Perú, tenemos a expresidentes de derecha, izquierda y centro en prisión, lo que demuestra que el problema va más allá de la ideología. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.

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