Los políticos y la egolatría
Muchas veces, cuando un político asume un cargo, se le sube el ego a niveles estratosféricos. Entonces, se cree sabelotodo y todopoderoso. Estas personas asumen los aires de monarcas, comandantes o caciques, según sean sus funciones y su identificación política. Craso error de estos políticos, pues cuanto más alta esté la nube a la que creen haber llegado, más dolorosa será la caída.
Un ejemplo claro es el de Alejandro Toledo. Cuentan sus otrora allegados, como el exvicepresidente y exministro David Waisman, que el exmandatario se creía un Dios todopoderoso y un hombre brillante, con una sabiduría extraordinaria y una inteligencia superior. Pero conocidas son las torpezas y exabruptos de Toledo, quien una vez dijo que viajaba a la India para recibir un nobel, cuando ese premio solo lo entrega la Academia Sueca en el edifico de Börshuset, ubicado en la antigua ciudad de Estocolmo. Hoy, el llamado “cholo sano y sagrado” está en prisión, acusado de corrupción y con un pedido fiscal de 22 años de cárcel. Pisó las nubes y su caída fue estrepitosa.
Tan capaces e infalibles se creen estos políticos del ego inflado con gas de helio, que muchas veces menosprecian y marginan la labor de sus asesores, a los tienen de “adorno”, calentando asientos o realizando funciones que no les corresponden. Como aquel congresista que obligaba a su asesor a encargarse de pasear a su perrito y sacar la basura de su casa, como consta en un informe televisivo con imágenes elocuentes.
Por eso, quizá, Charles de Gaulle, el presidente francés, líder de la resistencia francesa contra la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial, dijo alguna vez que “la política es un asunto demasiado serio como para confiárselo a los políticos”. Pero el asunto es que, en el Congreso peruano, por ejemplo, tenemos a maestros, abogados, exmilitares, empresarios, etc., que ganaron una curul no necesariamente por sus habilidades políticas. Algunos están desarrollando una buena gestión, pero la mayoría no solo realiza un pésimo trabajo, sino que ha cometida faltas y delitos desde leves hasta muy graves. Que, de los 130 congresistas, 67 —más de la mitad— acumulen 729 denuncias fiscales es un triste y lamentable récord.
En realidad, el ego es una sensación intrínseca al ser humano y en los políticos puede ser un motor o acicate para la iniciativa y la acción, pero los problemas empiezan cuando llega a los niveles del narcisismo, lo que les hace perder la humildad, la empatía y, sobre todo, la posibilidad de reconocer errores para corregirlos adecuada y oportunamente para perjuicio de ellos mismos. Por que lo que digo y escribo siempre lo firmo.