Opinión

Los asilos políticos en el Perú (II)

Por: Martín Valdivia Rodríguez

En México, país de rica historia de luchas libertarias, el asilo es una tradición. En tierras aztecas fueron asilados el poeta cubano José Martí, el ideólogo ruso León Trotsky, el director de cine español Luis Buñuel, la activista guatemalteca Rigoberta Menchú y muchos mas. De tal manera que no es nada extraño que el gobierno de AMLO le haya dado asilo a Lilia Paredes y sus hijos.

Otro de los personajes que estuvo como refugiado político en México fue Víctor Raúl Haya de la Torre, pero antes de su exilio en Colombia (1949). Haya llegó a suelo mexicano en 1923, invitado por el escritor y ministro de Educación, José Vasconcelos, como refugiado político después de haber sido encarcelado durante el régimen de Augusto B. Leguía. Fue precisamente en México donde Haya de la Torre fundó la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), con la que buscaba consolidar un proyecto para toda la llamada Indoamérica.

Pues bien, fue Alan García, discípulo predilecto de Haya, justamente, quien protagonizó una de las historias de persecución y huida más espectaculares de los últimos tiempos.

En abril de 1992 Alberto Fujimori había dado un autogolpe, pero en circunstancias muy diferentes a las de la intentona de Pedro Castillo. La casa de Alan García fue rodeada por tanquetas y militares armados entraron a balazos a la casa. García escapó por el techo y se metió a la vivienda del expremier Juan Carlos Hurtado Miller, quien lo tuvo en un escondite durante cinco días.

Alan García pasó a la clandestinidad y luego pidió asilo en la Embajada de Colombia. El presidente colombiano de entonces, César Gaviria, le concedió el asilo diplomático y entonces García pudo viajar primero a Bogotá y después a París, donde estuvo durante largos años.

Años más tarde, en el 2018, el líder aprista pidió asilo en un escenario distinto, pues -ya años después de su segundo gobierno- la justicia peruana le había dictado impedimento de salida del país por el caso del Metro de Lima, en el que supuestamente Odebrecht le pagó un soborno a través de una conferencia realizada en Brasil. Pero esa es otra historia.

Ahora, la familia del expresidente Pedro Castillo está asilada en México, viviendo en un departamento y por tiempo indefinido. Es uno de tantos casos de asilo que se han dado con personajes vinculados al poder en nuestro país. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.

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