
Un amigo chinchano, hace 20 años fue diagnosticado con cáncer, le dieron un pronóstico de vida de, máximo, 3 años; gracias al cariño y amor de su esposa, hijos, nietos y amigos, sigue gozando de la vida, demostrando que el cuidado, tranquilidad y compañía lograron superar su mal. El enfermo anciano necesita la protección de sus allegados; es la mejor medicina. Tenerlos en un nosocomio solo genera depresión por la falta de contacto y la soledad, que es más dañina que la enfermedad.
Debemos soportar sus arranques de ira o desesperación. Fui a visitar a mi amigo luego de recibir su quinta quimioterapia. Él quería morir, no recibía a nadie, incluyendo a su esposa e hijos. Al llegar a su casa, me informan que quiere estar solo. Luego de más de dos horas, ingresé a su dormitorio y estaba con la luz apagada.
Escuché: “He dicho que no quiero ver a nadie y quiero morir”, además de los adjetivos que decimos los chinchanos cuando estamos molestos. Le respondí: “Por si acaso, mañana viajo a Chiclayo por Semana Santa, te advierto que no tengas la ocurrencia de morir antes de mi retorno; no voy a regresar ni para tu velorio ni sepelio” y salí, escuchando todos los adjetivos que se imaginan. Cada vez que nos encontramos recordamos esta anécdota. El enfermo y anciano siempre necesita del cariño y compañía de la familia y amigos. El viernes dejé mi billetera en un taxi, pérdida que reparé al retornar a mi estudio.
Al término de una entrevista, llamé a mi hijo para que me enviara un taxi y pagara el precio de la conducción; le relaté lo sucedido. Grande fue mi sorpresa al recibir la llamada de una señora: “Dr. Amoretti, he encontrado su billetera en un taxi. Le pedí que me dijera dónde podía recogerla”. Nos encontramos a la 1 p. m. donde labora. Me dijo: “disculpe que haya abierto su billetera, pero quería saber a quién pertenecía”.
La emoción que sentí fue por las fotos que tenía de mis hijos cuando eran niños, y me despedí olvidando preguntarle su nombre. No perdamos la esperanza; hay mucha gente honrada y honesta en nuestro país. Esta lección de vida lo demuestra. La corrupción está generalizando a todo nivel en las instituciones públicas y privadas. No todos sus integrantes, por supuesto, pero podemos verificar que, en el Congreso y el Ejecutivo, algunos cometen delitos y los encargados de denunciarlos consiguen que queden impunes.
Mediante comunicados o declaraciones de sus representantes, ante las muertes ocurridas en estos últimos días de servidores de ambos poderes del Estado, sostienen que el asesinato era contra el chofer del taxi y no la abogada; y el otro caso, que era un suicidio. Sostengo que este mal ejemplo da lugar a que algunos de sus integrantes lleven a cabo acciones delictivas ante la impunidad de altos funcionarios y la pasividad de quienes deben intervenir para evitarlas. No funciona la página web para pedir citas en Migraciones, pero a sus alrededores, previo pago, sí la consiguen. En Lima sur, los traficantes de tierra y usurpadores tienen el apoyo de malos fiscales, jueces y policías. Los órganos de control, hace años que los agraviados piden su intervención, pero no pasa nada. Los asesinatos en Lima y provincia se incrementan ante la inacción de quienes deben darnos seguridad. No se toman las medidas preventivas bajo el pretexto de que necesitamos leyes drásticas que ya existen.
Nos engañan aprobando y promulgando normas que favorecen a los delincuentes.
(*) Exdecano del CAL.