Las revueltas en el Perú
Nuestra república desde que se inició tuvo el problema ocasionado por el personalismo de los caudillos, a ello se sumaba los obstáculos de políticos que tampoco daban la talla y quienes dentro del primer Congreso con sus vaivenes consolidaron la anarquía.
En los primeros 20 años de independencia la anarquía nos devoró y del próspero virreinato peruano solo quedaba el recuerdo. Hubo un respiro al momento de lograrse la reunificación del Perú al caer el régimen de Santa Cruz, pero destruido el ejército peruano en Ingavi, el sur peruano es invadido por Bolivia y el resto del país entró en caos y desorganización. Hasta que llegó Castilla y ordenó el país restableciendo la hegemonía perdida con una sólida posición internacional.
Así llegamos a julio de 1872 cuando ocurrió la revolución de los hermanos Gutiérrez, quienes desconocieron la elección del primer presidente civil Manuel Pardo y querían evitar a que asumiera la presidencia, creyendo que él iba a eliminar los privilegios que gozaban los miembros de las FF. AA. Los 4 hermanos consideraron fácil la tomar el poder, pero la población se levantó y al reconocer a uno de ellos, le dio muerte; como respuesta a este hecho se asesinó al presidente José Balta y con ello enardecieron más a la masa, cayendo asesinados Silvestre y Marceliano cuyos cadáveres terminaron colgados en las torres de la catedral. Salvando únicamente Marcelino Gutiérrez.
Un levantamiento revolucionario contra un régimen impopular y que tuvo grandes consecuencias, ocurrió en 1895 cuando Lima se convirtió en una trinchera ante la negativa del general Cáceres de no renunciar ante su ilegal elección. Los muertos se contaban por cientos en las calles y se combatía desde los techos de las casas; al final Cáceres dimitió dejando un costoso saldo en pérdidas de vidas. En el siglo XX las cosas no estuvieron tan calmadas, los levantamientos populares no fueron tan sangrientos como en el siglo XIX, y los más violentos se dieron a la caída de Leguía y Bustamante, no porque ellos fueran populares sino por el desgobierno que trajo el fin de sus administraciones.
Testigo presencial y víctima del golpe de estado del 3 de octubre de 1968, que mereció el aplauso de la derecha y la condena de la izquierda (las medidas populistas y las expropiaciones hicieron que después fuera lo contrario). Estuve con un grupo de partidarios protestando contra el rompimiento del orden constitucional, fui apresado y procesado ante el fuero militar por ataque a las FFAA, el ser menor de 21 años me salvo del juicio. En aquella época no había derechos humanos para quienes protestábamos.
Entre el 5 y 6 de febrero de 1975, una huelga policial devino en vandalismo cuando se empezaron a saquear e incendiar comercios, ante la falta del orden policial. El saldo oficial de esta asonada tuvo como coralario el saldo de 86 muertos, cifra oficial, aunque los testigos de la época calcularon en 200 personas fallecidas.
El baño de sangre que sufrió el Perú entre 1980 y 1992 trajo como consecuencia miles de muertos, y la mayor parte de ellos inocentes civiles que se encontraban en medio de la guerra entre las fuerzas del orden y los terroristas. Lo que hoy padece el Perú, tiene todas esas connotaciones de aquellos terribles días, destrucción de la propiedad pública, quema de instituciones del estado, refundación del país (nueva constitución) y con la consiguiente pérdida de vidas. No se esperará que el legado de Castillo lo estudie la historia, ya lo estamos padeciendo ahora.
(*) Abogado y excongresista
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