Opinión

La publicidad bajo acoso ideológico

Por: Luciano Revoredo

La publicidad se basa en la capacidad de persuadir mediante estrategias inteligentes y creativas. Si bien no se puede definir como un arte, está en muchos casos muy cerca de serlo. Está claro que muchas piezas publicitarias pasada su temporada e incluso cuando el objeto materia de su realización deja de existir, persisten en el imaginario colectivo y hasta se convierten en objetos de culto, coleccionables y decorativos.

Juan Carlos Pérez Gauli en su ensayo sobre arte y publicidad señala con acierto “…el arte no es publicidad en tanto que su función es estética y la publicidad no es arte en tanto que su función es comercial. Sin embargo, sí que podemos encontrar en ambos lenguajes dos claras tendencias que los vinculan.”

Lo cierto es que el arte requiere como fundamento la libertad. No puede haber arte bajo camisa de fuerza. El resultado de la creación artística puede variar de calidad según el ojo del espectador, pero ha de ser libre para ser arte. Con la publicidad sucede algo similar. Obviamente al tener un papel que puede influir en las decisiones libres de los ciudadanos si ha de tener límites y una ética ineludible. Por lo demás la creatividad y la libertad del publicista han de ser ilimitadas.

Lamentablemente en el campo publicitario la libertad se ha perdido. Los prejuicios de la tiranía progresista han destruido un género que en su momento creó campañas inolvidables. Ahora resulta que mostrar un ama de casa ofende a las feminazis, que en comerciales de detergente debe salir el papá lavando la ropa, que en moda hay que usar modelos gordas, que los cánones de belleza son ofensivos, no se puede poner en los comerciales niños hermosos, ni mujeres bellas.

Si hay protagonistas blancos en el comercial o en la foto se incurre en racismo, si sale una niña con una muñeca en sexismo heteropatriarcal, no hay colores para niños ni niñas, cuidado con los estereotipos de género y así hasta llegar al más ridículo extremo. Asistimos al culto de la fealdad, de lo decadente, de los sucio. Impera lo absurdo: las mujeres peludas, los hombres depilados. Una buena parte de la sociedad asiste anestesiada a la imposición de este molde mental. Tal vez el más notable y reciente ejemplo sea el Papa Noel homosexual de la campaña en la televisión de Noruega.

De este modo, el creativo publicitario está encorsetado y limitado. Su creatividad ya no puede volar alto. Ahora debe contentar y pasar por el filtro de las feminazis, de los diversos lobbies LGBT, de las oenegés ambientalistas, raciales, de los que viven de fomentar los prejuicios progresistas y un interminable etcétera de impresentables al servicio de la corrección política.

Es justamente esa tan cacareada corrección política la que está creando generaciones de gente blandengue, sin rumbo, ultrasensible, ofendidos múltiples, gente sin carácter ni personalidad. Requieren para eso que la publicidad en la medida que es persuasiva para vender productos también venda un modo de vida a la medida de su imbecilidad. Lo que escape de esos moldes es censurado, perseguido y acosado.

(*) Analista político

(*) La empresa no se responsabiliza por los artículos firmados.

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