Opinión

Justicia para Fortunato Quesada en Cancillería

Por: Omar Chehade Moya

Nuestro histórico Ministerio de Relaciones Exteriores siempre ha sido una institución prestigiosa y ha estado a la vanguardia de las cancillerías de Latinoamérica, brindando satisfacciones al estado peruano en diversas controversias. Hay muchos casos emblemáticos: el conflicto con Ecuador que duró varias décadas y que se resolvió satisfactoriamente en 1998, o el diferendo marítimo con Chile que terminó beneficiosamente para nuestra patria con la sentencia del Tribunal de La Haya en enero de 2014.

Sin embargo, no es un secreto que en nuestra Cancillería existen hoy en día ciertos funcionarios o exfuncionarios que se consideran intocables. Ante el menor problema o abuso de autoridad, se unen para evitar hacer justicia, perjudicando a los más débiles que no forman parte de la élite de los famosos “cardenales”. Esta es la política del avestruz: esconder la cabeza y no asumir responsabilidades.

Un caso emblemático es el del Embajador Fortunato Quesada Seminario. Cuando desempeñaba sus funciones como titular de la Embajada de Perú en Israel, fue víctima de una conspiración para destituirlo y sancionarlo desproporcionada y abusivamente con una expulsión del servicio diplomático. Actualmente, la Cancillería guarda un silencio cómplice y no hace nada, violando sus derechos fundamentales a la libertad de trabajo.

¿Cometió errores el embajador Fortunato Quesada cuando ejerció su cargo en la Embajada de Perú en Israel? Sí, por supuesto. Utilizó un lenguaje impropio en una conversación que tuvo con unas trabajadoras en la cocina de la residencia diplomática en Tel Aviv. Sin embargo, un error no define a una persona, y en el balance no se tuvo en cuenta su buena trayectoria profesional. El diplomático no cometió acoso laboral, sino que usó un vocabulario inapropiado.

Desde nuestra perspectiva, Fortunato Quesada no debió ser expulsado ni destituido como Embajador. Habría bastado con una amonestación dentro del servicio diplomático. Sin embargo, fue víctima de un complot por parte de funcionarios del Ministerio de Relaciones Exteriores. Le tendieron una emboscada coordinada con el Ministro Consejero Pedro Rubín, quien era su subalterno en la Embajada peruana en Tel Aviv. En coordinación con algunos empleados de dicha misión diplomática, grabaron y distorsionaron audios ilegales para generar un escándalo mediático y defenestrarlo como diplomático de carrera.

Hoy, el Poder Judicial le ha dado la razón y ha declarado fundada su demanda. Por lo tanto, la Canciller Ana María Gervasi debería abandonar el silencio e inacción y reincorporarlo inmediatamente al servicio diplomático del Ministerio de Relaciones Exteriores.

(*) Exvicepresidente del Perú

* La Dirección periodística no se responsabiliza por los artículos firmados

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