Opinión

Incertidumbre en la economía

Por: Martín Valdivia Rodríguez

Una de las más grandes preocupaciones del próximo gobierno debe ser, indefectiblemente, la economía. Los gastos causados por la pandemia en atención médica, en desembolsos por bonos, la reducción de la demanda ante la baja capacidad adquisitiva y otros factores están vaciando las arcas. A ese panorama se suma la fuga de capitales por la incertidumbre política. Solo entre los meses de abril y mayo se retiraron cerca de 13 mil millones de dólares de depósitos en dólares. Se avizora un futuro incierto para la inversión de capitales, que ya sabemos es el motor que genera empleo y echa a andar la economía.

Cuando nadie imaginaba que el mundo sería azotado por una terrible pandemia, pese a nuestros escándalos y pugnas políticas, la economía peruana iba hacia buen puerto, no era tan boyante como en años anteriores, pero se mantenía como una de las más fuertes del continente. En el 2019, un año antes de la aparición del COVID, tuvimos un menor crecimiento de la actividad económica, por debajo de lo habitual (estimado en alrededor de 3,5%), que se explicó principalmente por choques de oferta en los sectores primarios (pesca, minería y manufactura primaria) y por un contexto internacional adverso que llevó a que la economía mundial creciera a su tasa más baja de los últimos 10 años.

En el 2020, como consecuencia de la pandemia, el Perú cerró el año con una estrepitosa caída de 11.1%, el mayor retroceso en los últimos 30 años, luego de 22 años de crecimiento económico ininterrumpido, según las cifras del INEI. Los rubros alojamiento y restaurantes, transporte, comercio, manufactura y minería e hidrocarburos fueron los más golpeados.

Según las proyecciones al presente año, 2021, la economía de Perú alcanzará una rápida recuperación con un incremento del 10% de su Producto Interno Bruto (PIB) y un promedio de 4,5 % de alza hasta el 2024. El MEF y el Banco Mundial más o menos coinciden en las cifras, por lo que es muy posible que se alcancen esas metas.

Sin embargo, eso no significa que volveremos a los rangos de prepandemia respecto a la capacidad adquisitiva y el nivel de vida, pues el impulso se debe, principalmente, a los bonos y programas de reactivación que han demandado un gasto al Estado difícil de recuperar, así como a los mejores precios del cobre. Se trata de una inyección inusual de dinero destinado solo a parchar las fisuras. El trabajo fino vendrá después y se verá perjudicado por la desconfianza de los agentes económicos con la consiguiente fuga de capitales la cual habrá que controlar en resguardo de la economía nacional. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.

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