Opinión

Hugo Blanco Galdos: tierra y olvido

Por: Victor A. Garcia Belaunde

Aún está en mi memoria aquel día en que Haya de la Torre daba su discurso ante la Asamblea Constituyente en 1978 y una voz discordante gritaba de algún lado del hemiciclo algunas frases contra el gobierno militar. Esa voz era la de Hugo Blanco quien aparecía directamente en la escena de la política peruana convertido por el voto preferencial en el constituyente más votado de la izquierda, superando al fundador de su agrupación política Genaro Ledesma Izquieta.

Su historia empieza cuando viaja a Argentina a estudiar Agronomía, seducido por las ideas trotskistas de la época deja sus estudios y después de una estancia en aquel país regresa al Cusco para convertirse en un líder sindical, siendo su principal motor las luchas campesinas ante los abusos de los gamonales, y recordemos que aquellos tanto de Cusco como de Puno eran los más abusivos del sur del Perú implantando atrocidades ante la indefensa comunidad indígena.

Desde el Cusco comenzó a aglutinar a las fuerzas de izquierda pretendiendo recuperar las propiedades arrebatadas a los indígenas desde la época colonial, aunque en la república esto aumentó. Desde su perspectiva los campesinos eran los dueños de la tierra y los que debían trabajarla. Radicaliza su lucha creando una brigada llamada “Remigio Huamán” en homenaje a un campesino muerto por la policía; duró poco la aventura porque es capturado en mayo de 1963 siendo responsable de la muerte del policía Hernán Briceño Minauro, todo esto ocurre cuando el Perú era gobernado por la dictadura militar Pérez Godoy – Lindley.

Es en este periodo Hugo Blanco obtiene notoriedad y aparece un movimiento internacional para salvarlo de la pena de muerte, ya que la constitución de 1933 vigente en la época permitía que pueda terminar sus días en un paredón. Finalmente fue juzgado por un tribunal castrense cuyo fiscal pidió pena de muerte, el presidente Belaunde abogó para que no se aplique esta pena y en 1966 es condenado a 25 años de prisión. En la dictadura militar de Juan Velasco en 1970 lo amnistía y es deportado a México.

Pasa algunos años fuera del Perú y su presencia impulsa a los sectores de izquierda formando parte de los 12 constituyentes elegidos por el Frente Obrero Campesino Estudiantil y Popular (FOCEP) y este momento es el punto más importante de su carrera política y su popularidad, ya que vino con la aureola de ser un líder “condenado a muerte” preso, juzgado y amnistiado y una vez en el parlamento tuvo una deslucida participación sumándose a eso el no haber firmado la Constitución de 1979.

Formó el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), y fue diputado en 1980, durante su periodo parlamentario estaba siempre al frente de protestas contra el gobierno y si tuvo algunas proposiciones estas eran en defensa del agro, las que cayeron en saco roto, ante la pobreza de argumentos y base legislativa. Dividida la izquierda, impidió que se presente a la reelección en 1985.

Volvió al Congreso en 1990 con poco respaldo electoral como Senador por Izquierda Unida (IU) y el autogolpe de 5/4/1992 lo llevó al ostracismo, dedicado exclusivamente a la defensa de los tealeros de Huiro y de los campesinos de la hoja de coca en Cusco, manteniendo siempre ese perfil.

Blanco no apoyó el cierre del Congreso de 1992 con clara diferencia de los representantes de izquierda que ante el cierre del Congreso por Vizcarra en 2019 la fomentaron y la aplaudieron subiéndose rápidamente al carro del vizcarrismo.

Se esperó mucho de él como parlamentario, sin lograr nada significativo, por eso las expectativas sobre su liderazgo se diluyeron con el tiempo y quedó únicamente el recuerdo de su paso por el Frontón y los motivos que lo llevaron al presidio. Sus últimos años los vivió fuera del Perú en Suecia, país donde radica su familia. En suma, fue una estela que duró poco tiempo y que desapareció rápidamente sin dejar huella.

(*) Excongresista

* La Dirección periodística no se responsabiliza por los artículos firmados

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