
Las artes en general son una manifestación cultural y siempre han estado en estrecha relación con la política. El Guernica de Picasso representa la crueldad de la guerra y es una denuncia contra la destrucción de la ciudad vasca en 1937 a través de un bombardeo. Vallejo no solo fue un poeta, sino un militante contra el fascismo e interpretó el dolor y la muerte de las víctimas. Y ni qué decir de la música, que ha tenido y tiene muchos autores e intérpretes que enarbolan las banderas de la paz y la libertad. Sin embargo, la música es, fundamentalmente, un deleite para los oídos y el mensaje político o social que pueda contener y dejar al margen de todo tema del momento.
La música tiene tres componentes: ritmo, melodía y armonía. Y si a esos elementos les agregamos una letra, podemos crear obras musicales hermosas, sin desdeñar el valor de los temas instrumentales, desde Beethoven y Bach hasta Paul Mauriat y Herb Alpert, Ennio Morricone y Daniel Alomía Robles. O Los Belkings y Jean Pierre Magnet, para no irnos tan lejos.
Sin embargo, a propósito de distancias en el tiempo, la música de hoy, los ritmos y géneros modernos, especialmente el reguetón y el trap con sus variantes, de ninguna manera tienen ritmo, melodía y armonía. Y ni hablar de sus letras, que necesariamente deben incluir frases groseras y machistas para “sonar en todas las plataformas”. Son verdaderos himnos a la vulgaridad.
Dicen que estos subgéneros son nacidos de otros ritmos caribeños como el reggae y el rap, pero Bob Marley, Tego Calderón y Calle 13 nunca pasaron de la rebeldía, en caso de una denuncia social, ni de la sensualidad, si se trataba de cuestiones de amor. En cambio, Daddy Yankee, Maluma, Don Omar y Bad Bunny denigran a las mujeres e incitan a la violencia y al machismo. Sus letras no son sexuales, sino pornográficas.
Sorprende y apena, por los gustos musicales de los jóvenes de hoy, que estos artistas barran con los premios internacionales y los que ejecutan verdadera música, que sí los hay, queden relegados en el reconocimiento internacional. Por ejemplo, el tal Bad Bunny, cuyo verdadero nombre es Benito Antonio Martínez Ocasio y quien también se hace llamar “Conejo Malo”, es uno de los más nominados por la Academia Latina de la Grabación y la Academia Nacional de Artes y Ciencias de la Grabación de Estados Unidos a los Latin Grammy y Grammy en los últimos años. Increíble, pero cierto.
El tal Bad Bunny se caracteriza no solo por las letras vulgares de sus canciones, sino porque pareciera que bostezara y eructara con su voz nasal y desafinada. Eso no es música y siempre hay que tomarlo en cuenta. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.