Opinión

Feliz Navidad

Por: Francisco Diez-Canseco Távara

No es, sin duda, fruto de la casualidad que la Navidad sea una fiesta cosmopolita en la cual los cristianos celebramos el advenimiento del Niño Jesús pero solemos hacerlo en torno a un decorado abeto nórdico y bajo la figura de un personaje mitológico como Santa Claus, aparentemente vinculado al generoso y muy real obispo san Nicolás de Bari.

La heterogeneidad de esta celebración maravillosa y universal, con orígenes tan diversos, habla mucho de lo que es la humanidad que puede unificarse en torno a valores como la solidaridad y el amor al prójimo desde la llegada de los Reyes Magos al pesebre de Belén en Galilea, pasando por los bosques del norte de Europa con sus pinos y abetos llenos de nieve, hasta Santa Claus, el querido fabricante de juguetes que desde el Polo Norte inicia en Pascua su reparto anual, para felicidad de los niños de todas las latitudes, en su carruaje aéreo halado por etéreos renos.

Es, por tanto, una efeméride de los niños y para los niños que pueden, de esta manera, desarrollar su imaginación pidiéndole los regalos a Papá Noel y esperando que los deje junto al árbol de Navidad en un sin par acto de fe y de realismo mágico que los padres promovemos normalmente y al que nos adherimos con entusiasmo.

Que es lo que niños y adultos necesitamos refrendar en las diarias batallas de la lucha por la vida: navegar más allá de la realidad y situarnos en un plano valorativo que nos permita ver las cosas desde un punto de vista más neutral y afectivo para poder trazarnos un camino de paz.

Es esa paz a la cual puede llegarse a través de la consecución de la vieja aspiración de la justicia social que demanda una batalla permanente de carácter valorativo para que en nuestra sociedad, sin distinción alguna, todos, padres e hijos, podamos disfrutar de ese mágico momento en el contexto de una sociedad solidaria.

El regalo navideño es otro tema también de carácter valorativo y en el que, como lo hizo Jesús, debemos sacar a los mercaderes del templo: el obsequio tiene un carácter simbólico que no puede ni debe apreciarse por su valor pecuniario tal como ahora ocurre en que se ha mercantilizado la fiesta y requerimos que retorne a su esencia ética y afectiva.

Hoy, más que nunca, los peruanos requerimos meditar profundamente sobre el sentido de la Navidad como un ejemplo para asumir la necesidad unitaria de superar las confrontaciones en aras del objetivo superior de consolidar una democracia donde impere la justicia y se elimine de raíz la corrupción.

(*) Presidente de Perú Nación

(*) La empresa no se responsabiliza por los artículos firmados.

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