Opinión

No a la incapacidad y la corrupción

EDITORIAL

La corrupción y la incapacidad van de la mano en un Estado repleto de burócratas de escritorio indolentes y desconectados de la realidad. Que no sólo esquilman el erario nacional, sino que lo poco que podrían hacer bien, dadas sus limitaciones y su mediocridad, también lo hacen mal. Muchas autoridades, que están llamadas a dar el ejemplo, parasitan en la infección crónica de la corrupción. O se guarecen en edificios de oficinas donde la ineptitud es el factor común.

Un expresidente mentiroso y cínico (no es novedad, pero su frescura ofende), que pretende ser congresista y alza las raídas banderas de la decencia. Una ministra sinvergüenza y doble cara que dice que “el capitán es el último que abandona el barco”, pero se vacuna en secreto con sus tres asesores en su casa. Un jefe de prensa adulón de un ministerio intenta pasarle la mano a un periodista influyente ofreciéndole la vacuna para su madre, con el cuento de que la señora es “referente”. El propio periodista se indignó por el atrevimiento y, luego de dejar en claro que su progenitora no es “referente”, lo denunció y lo dejó mal parado. Y un ministerio que entrega un premio de 75 mil soles por el proyecto de serie televisiva llamada “Mi cuerpa, mis reglas” solo porque su autora aplaude las ideas absurdas de una falsa corriente defensora de los derechos de la mujer con el estropicio del denominado “lenguaje inclusivo”, cuando la lengua, las palabras, nacen del pueblo y su uso cotidiano, nunca de la imposición de reglas o campañas ideológicas. La lucha por los derechos de la mujer no merece argumentos tan disparatados.

Estos son claros ejemplos de que, en el gobierno, si no es la corrupción, es la mediocridad. O ambas juntas. Peligrosa combinación que ha hecho que el país, pese a sus grandes potenciales humanos y sus maravillosas riquezas naturales, no haya encontrado siquiera el camino del progreso. Las taras de este calibre en los aparatos del Estado son más evidentes en circunstancias como las actuales, cuando una terrible pandemia causa muerte, llanto y dolor. De alguna manera, esta etapa ha permitido poner al descubierto la incapacidad, la desidia y la desfachatez de muchos funcionarios que han quedado identificados como los principales responsables de la vulnerabilidad en que nos encontró un virus tan pernicioso y lesivo como la corrupción.

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