Opinión

En la cancha que sea

Por: Gustavo Martínez V.

No tengo buena memoria, sin embargo, algunos hechos e imágenes las tengo claritas en mi mente desde la niñez, por ejemplo, los juegos en mi barrio con mis patas, los frijoles del tío Oscar, las empanadas que me regalaba el tío Jorge, los paseos con mi familia a la playa, los viajes, etc.

Pero hay uno que marcó mi vida para siempre, fue en Navidad, moría por tener un barquito de plástico que flotaba en el agua si le daba cuerda; lo tengo tan presente porque es el primer regalo de Navidad que deseaba y lo tengo en mi recuerdo.

Luego de tanto insistir y tras recibir la gratificación, mi mamá me mandó con mi hermano (Carlos) a comprarlo en tiendas Tía; tomamos el Chama en la Av. Belén y en quince minutos estábamos en el Óvalo de Miraflores. Crucé, el me llevaba de la mano, yo solo tenía cuatro años, estaba muy emocionado, de pronto, se detuvo y me dijo “tu regalo será algo mejor que ese barquito y lo recordarás toda la vida”. Lo miré y a jalones me hizo entrar en la tienda Tito Drago o Mitzuwa, no recuerdo con exactitud cuál de ellas, e hizo que me saquen una camiseta de Alianza Lima. Me la puso y me dijo; “¡esa es!” y sin saberlo ahí cambió mi vida para siempre.

“El fútbol y sobre todo mi Alianza Lima, no solo me dio emociones infinitas y tristezas tan profundas hasta las lágrimas, me ofreció más. En cada visita a la cancha, conocí amigos del alma, mis hermanos de La Cábala, con quienes semana a semana comparto esta pasión acompañando a nuestro equipo”.

Usualmente, cuando mi hermano pedía permiso para salir, era obligado a llevarme si no, no salía; así que tres días después de la compra, llegué también de su mano al barrio de Matute para la inauguración del estadio Alejandro Villanueva de Alianza Lima. Recuerdo el desorden en los alrededores, los callejones, las colas para entrar, el humo cargado y los olores que salían del coche del vendedor de pan con pantano, pero lo que más me
impresionó fue cuando entramos y subimos por la rampa de la tribuna sur caminando de la mano. Por primera vez vi la cancha, las caras de la gente, los cánticos, los gritos, ¡fue mágico!.

Con el vaivén de la vida mi hermano se fue de la casa y yo me quedé con la pasión que él me dejó, y si bien hoy mi hermano ya no me lleva de la mano, yo lo hago con mi hijo y espero hacerlo con mis sobrinos, sobrinas, y mi chica.

Pero el fútbol y sobre todo mi Alianza Lima, no solo me dio emociones infinitas y tristezas tan profundas hasta las lágrimas, me ofreció más. En cada visita a la cancha, conocí amigos del alma … mis hermanos de La Cábala, con quienes semana a semana comparto esta pasión acompañando a nuestro equipo.

Por eso, si la vida me quiere cobrar algo y ese día juega mi cuadro ya sabe dónde encontrarme, junto a mi Alianza en la cancha que sea.
(*) Periodista y sociólogo

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