Opinión

El paria Castillo

Por: Hugo Guerra Arteaga

Que Perú Libre haya botado de sus filas a Pedro Castillo constituye, objetivamente, un hecho bochornoso. Y que este se haya despedido dando las gracias al partido es una actitud denigrante pero, bueno, no podía esperarse nada mejor.

En contexto debe recordarse que la izquierda en el Perú es patológicamente psiquiátrica. Nunca ha dejado de tener una crisis de identidad profunda y sufre raptos cainitas: asesina a sus propios hermanos. PL siendo de ideología marxista no escapa a la regla general.

El partido se arma, cual club electoral, para la campaña del 2021. Por declaración de Bellido andaban a la búsqueda de un candidato porque Cerrón tenía impedimento legal en el caso de los Dinámicos del Centro. Encontraron en entrevista improvisada al profesor y, ¡zás!, lo convirtieron en candidato presidencial.

¿Qué vieron en él? Supusieron que como simple dirigente sindical, bullanguero y artista del escandalete, podría hacer el papel siempre tragicómico de los cabecillas de izquierda. Calculaban que como máximo entrarían al Congreso. Pero en el camino se les apareció la virgen del santo fraude y llegaron al gobierno.

El primer gabinete de Castillo fue un chiste pero obedecía a Perú Libre; sin embargo los sucesivos ministros (más de 50 en un año) han ido cambiándose en medio de un divorcio progresivo. Con la enorme fuerza que da la presidencia el chotano armó sus grupos de poder con familiares, coterráneos, sindicalistas, senderistas y asesores cubanos. Así la relación con el partido fue erosionándose hasta el punto que Cerrón evaluó el desgaste de su organización, el desprestigio profundo de la propuesta comunista y la dispersión de Perú Libre en varios pequeños partidos entre los cuales hay pugna evidente; sobre todo la que impulsan los del grupo magisterial.

Para no llegar a una guerra de bandas y preservar su imagen de comunista docto, Cerrón tomó la decisión de expulsar a Castillo. Y hasta aquí el aparente fin de la historia.

Pero por muy dura que parezca la separación no hay divorcio ideológico definitivo y, como se ha visto en las últimas votaciones, las bancadas de la diáspora roja están en condición de coordinar temas medulares. Además, sigue como denominador común el ideal subversivo de la constituyente; aunque todavía no está clara la recomposición de fuerzas en escenarios claves como la Coordinadora Continental Bolivariana y el entorno del narcotráfico en el VRAEM.

Castillo ha quedado, entre tanto, en situación de la mal querida y está a punto de ser sancionado por infracción constitucional, además de ser sindicado como cabecilla de lo que realmente nos gobierna: una organización criminal que ha asaltado el poder. En este escenario no queda más que seguir luchando para que el paria comunista deje la presidencia.

(*) Analista político

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