Opinión

El derecho como dogma

Por: Juan Carlos Liendo O’Connor

A propósito del legítimo debate sobre la sigilosa adhesión a la CONVEMAR por parte del Perú, resulta importante evaluar la difusión de unos supuestos “dogmas jurídicos” que se vienen difundiendo; asi:

Se nos predica, con severidad de fundamentalismo religioso, que el Derecho es un templo inexpugnable al “antojo” y la “ideologización”. ¡Qué admirable candidez!, Señores,  el Derecho jamás ha sido una virgen de mármol, sino un artefacto forjado en las fraguas políticas, pulido por la voluntad de quienes gobiernan y, a menudo, lanzado contra la cabeza de quienes no. Pretender que existe un Código Platónico suspendido en el éter es tan útil como un paraguas en el “parque de las aguas”.

Primer dogma: “El Derecho es una ciencia social objetiva.”

Importante es recordar que las “ciencias sociales” viven —y mueren— en la arena política. Ayer los manuales decían que la segregación era legal; hoy lo llaman crimen. Si eso no es “capricho”, pregunten a Scott Shapiro de la escuela de leyes de Yale (Legalitty, 2011).

Segundo dogma: “Hay que extirpar la subjetividad.”

¡Como si el jurista pudiera desprenderse de su época cual serpiente mudando de piel! El código napoleónico no brotó de la tierra: lo dictó un emperador de cielos políticos muy concretos.  Quien dude de la subjetividad del Derecho debería repasar la colección de constituciones que América Latina ha despachado cada vez que cambia la brisa.

Tercer dogma: “Perú no pierde soberanía porque el tratado de Alta Mar actúa más allá de las 200 millas.”

Una sutileza digna de notario, pero ingenua en diplomacia. El mar no es jardín con setos geométricos. Quien controla la alta mar regula rutas, flujos y, con un tirón de tinta, condiciona la pesca dentro y fuera de las 200 millas. Firmar sin un ojo político es invitar al zorro al gallinero porque promete quedarse en el patio vecino.

Cuarto dogma: “Si el Derecho no persigue justicia termina instrumento de poder.”

¡Noticias de último minuto!: siempre, siempre ha sido y es instrumento de poder; la cuestión es quién empuña el martillo. El Derecho romano legitimó esclavos, el medieval coronó reyes “por gracia divina” y el contemporáneo bendice bonos soberanos. Cada época llama “justicia” a su menú del día.

Quinto dogma: “No se puede inventar Derecho.”

No, se lo reinventa cada vez que la realidad patea la puerta. De otro modo aún pagaríamos diezmos y quemaríamos brujas bajo impecable trámite notarial.

En suma, venerar una “cientificidad” supuestamente pura, respecto al Derecho, es confundir el retrato con el cañón. “El Derecho no es dogma”, nace y vive de la política, se nutre de intereses, y es hijo de la costumbre. Negarlo es tan prudente como negar el fango porque uno lleva zapatos nuevos.

*Exdirector nacional de Inteligencia (DINI).

* La Dirección periodística no se responsabiliza por los artículos firmados

Artículos relacionados

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Ver también
Cerrar
Botón volver arriba