Opinión

La alianza entre ejecutivo y legislativo para sobrevivir al 2026

Por: Omar Chehade Moya

Todos estamos de acuerdo que para generar gobernabilidad y estabilidad política en el país que promueva inversiones y crecimiento económico debe existir una cordial y respetuosa relación entre los poderes del estado, en especial, entre ejecutivo y legislativo. Pero una cosa es el respeto mutuo y la relación llevadera para desarrollar una agenda país, y otra muy distinta es la alcahuetería infame para, so pretexto de la gobernabilidad, sobrevivir como náufragos hasta el 2026.

Nadie niega que constitucionalmente ambos han sido elegidos para conducir los destinos del país por cinco años. Sin embargo, la legalidad en sus funciones que de jure y de facto la tienen, es distinta a la legitimidad, es decir, la aceptación y autoridad moral que tienen de cara al soberano, hacia la población que hace tiempo la han perdido. Es bien sabido que el gobierno tiene apenas una aprobación raquítica del 14% y desaprobación del 80%, que debe ser de las peores de Latinoamérica. Ni qué decir del Congreso de la República que apenas tiene una aprobación del 7% y una desaprobación del 9%, que, sin duda alguna, es la peor del mundo, pues el actual Parlamento se ha ganado a pulso el repudio de nueve de diez de los peruanos. Es el peor Congreso de la historia republicana.

Este esperpento de este legislativo es consecuencia de la perversidad del expresidente Martín Vizcarra que empujó la ley de la no reelección inmediata de parlamentarios. En su malhadado afán de acabar con la clase política y deshacerse de sus adversarios ocasionales, al estilo de Atila, no dudó en destruir todo lo que pisaba en el camino. Las consecuencias son éstas: no solo la caída de la casta política que todo país civilizado y democrático debe de tener, sino también un congreso donde la gran mayoría es gente inexperta, mediocre, traficante, mocha sueldos de trabajadores, pérfidos y algunos violadores y maleantes con prontuario judicial. La mayoría de los partidos también han fracasado en formar cuadros políticos y personas de bien para acceder a la administración pública: no hay escuelas de política en las organizaciones partidarias, por ello la política y el político en el país está tan desprestigiado. En la actualidad, en opinión de la población, lejos de ser un gran logro personal, constituye un demérito en la carrera del cualquier ciudadano. Como ambos poderes del estado están tan deslegitimados, protestas ciudadanas y decenas de muertos de por medio este año, ambos han decidido darse la mano para sobrevivir hasta julio de 2026, y seguir disfrutando de la mieles y gollerías del poder, sin importarles un comino la población que está harta de esta gente.

A tal grado ha llegado su irresponsabilidad que la impunidad en dichos poderes es moneda corriente, lo que podría ocasionar más adelante una revuelta social de proporciones. Se acabó el control político del parlamento: ni censuras, ni interpelaciones, ni fiscalización. Los peores cuadros, con honrosas excepciones, figuran en los altos puestos públicos. Sin duda todo ello constituye un suicidio político de este cínico matrimonio.

(*) Ex Vicepresidente del Perú

* La Dirección periodística no se responsabiliza por los artículos firmados

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