Opinión

Cero en cultura y en conducta

Por: Martín Valdivia Rodríguez

En 1984, cuando el presidente era Fernando Belaunde Terry, el Perú reconoció a la República de Saharahui. ¿Alguien podría creer que el fundador de Acción Popular fue comunista o caviar? Sin embargo, 38 años después, María del Carmen Alva, quizá la acciopopulista con mayor poder político en la actualidad, sigue el libreto de la ultraderecha que ve comunismo hasta en la sopa y afirma, con tono de voz despectivo y gesto discriminador, que Saharahui “son 40 carpas de nómades” y que “es reconocida por solo uno de los 24 país árabes”.

Es falso que Saharahui sea reconocida por solo un país árabe, pues tiene el respaldo de Argelia, Mauritania, Libia, Siria y otros. Además, de países de otras latitudes, como México, Kenia, India, Noruega e Irlanda. Además, no son solo “40 carpas”. En 1975, antes que Belaunde reconociera al naciente país, eran alrededor de 175,000 las personas que se hallaban en los campamentos de refugiados de Tinduf (Argelia), donde formaron el nuevo gobierno en el exilio.

El hecho de que alguien con el nivel de conocimiento en política internacional de María del Carmen Alva sea presidenta de la Comisión de Relaciones Internacionales nos da una idea de la calidad de Congreso que tenemos. Y eso que se trata de una persona que ostenta un nivel académico sobresaliente, por decir lo menos, pues es abogada graduada en la Universidad de Lima con maestría en la PUCP y máster en la Universidad de Alcalá (España).

Al margen de los conocimientos en cultura general, que son indispensables en una persona que ostenta un cargo como el suyo, hay un marcado rasgo en la personalidad de la señora Alva que guarda relación con sus posturas políticas e ideológicas. No vamos a referirnos a los audios que circulan en las redes y donde se le escucha pronunciar algunas palabras que no deben salir de la boca de una persona como ella.

Basta analizar las sesiones y plenos, donde siempre se dirige a los miembros de las bancadas contrarias a la suya en un tono de voz más alto del adecuado. Por eso no pocos la califican de prepotente y arrogante, mientras que otros dicen que cree que aún estamos en la época feudal, donde el terrateniente trataba a sus peones como esclavos. Nadie es perfecto, pero hay rasgos de la personalidad que se deben corregir. Por el bien del Congreso, ojalá lo haga. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.

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