Opinión

A aprender las lecciones

Por: Martín Valdivia Rodríguez

En general, las grandes crisis obligan a redoblar esfuerzos para levantarse del suelo o salir del hoyo. Un claro ejemplo es Alemania. Tras su rendición en mayo de 1945 y el fin de la II Guerra Mundial, era un país en ruinas. Bombardeadas desde 1942, ciudades como Dresde, Berlín, Hamburgo o Colonia quedaron convertidas en montañas de escombros. Alrededor de 8 millones de viviendas fueron destruidas, además de puentes, carreteras, vías férreas, alcantarillado o los suministros de gas y de electricidad. Para colmo, no había mano de obra para la reconstrucción, pues 15 millones de soldados habían muerto o eran prisioneros. Sin embargo, en solo cinco años, Alemania renació de sus cenizas y se convirtió en potencia económica mundial.

La pandemia del COVID-19 tuvo un efecto muy distinto en Sudamérica. Mientras que en Europa la capacidad económica de los países, su orden administrativo y la honradez de sus funcionarios les permitieron afrontar la situación de la mejor manera, en nuestra región la crisis desnudó graves problemas, como la pobreza y la desigualdad, la falta de profesionales e infraestructura en el sector salud, los deficientes sistemas administrativos —a pesar del uso de la tecnología— y la alta incidencia de corrupción.

Fue tal la situación, que Perú se convirtió en el país con la mayor mortalidad por el COVID en el mundo. La desesperación y el desconcierto fue aprovechado por los malos funcionarios que piensan más en sus bolsillos que en servir al público. Basta mencionar que en el 2022 las pérdidas por actos de corrupción llegaron a 25 mil millones de soles y superaron la cifra del año anterior. Hay un refrán que dice que “los tramposos no cambian, solo descansan”, en referencia a los hombres mujeriegos. Se podría decir que los corruptos no cambian ni descansan nunca.

Debemos que reconocer, eso sí, el trabajo de médicos, enfermeras, policías, trabajadores de limpieza y otros, que se pusieron en primera fila y nos ayudaron a derrotar a la pandemia. Es decir, sí tenemos material humano valioso.

Estábamos enfrentando una crisis social, política y económica con marchas y protestas violentas que van dejando ya más de 60 muertos, el país se encontraba nuevamente atascado, sin poder avanzar hacia la reactivación económica, cuando llegó el ciclón Yaku para decirnos que lo primero que hay que salvar es la vida. Estamos llamados a luchar por la vida para, después de la tormenta, empezar la reconstrucción. Por todo ello, corruptos y mediocres abstenerse. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.

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