
Se comenta bastante en las redes sociales -y algunos políticos también lo han hecho notar- que el presidente tiene criterios poco adecuados para elegir a los funcionarios, especialmente los que ocuparán cargos claves y los ministros. Amigos, coterráneos, excompañeros de promoción y otros allegados a Pedro Castillo han ocupado altos cargos.
Directores, asesores y hasta miembros de seguridad de Palacio de Gobierno son de Chota, provincia donde nació el presidente de la República. Hasta el exsecretario presidencial Bruno Pacheco es de Chota. No está mal que el primer mandatario elija a su personal de confianza teniendo en cuenta a sus paisanos. Sin embargo, estos pueden ser leales, serviciales y hasta honestos, pero eso no garantiza eficiencia, calidad de servicio.
Como dicen algunos congresistas, el presidente debe ver más allá de su entorno amical para elegir a sus funcionarios. La elección de un funcionario debe tener ciertos criterios, consideraciones o parámetros. Aunque no se entra a un concurso, se debe tener en cuenta la meritocracia para garantizar la idoneidad del elegido.
Según la Ley de Empleados Públicos y Funcionarios de Confianza, el funcionario público de libre nombramiento y remoción “es aquel cuya incorporación a la función pública se realiza por libre decisión del funcionario público de confianza política originaria o por funcionario público de nombramiento y remoción regulados”. Además, “el libre nombramiento consiste en la apreciación por el órgano competente de la idoneidad de los candidatos en relación con los requisitos exigidos para el desempeño del puesto. Podrán cubrirse a través de esta modalidad los cargos de primer y segundo nivel jerárquico en las entidades del Poder Ejecutivo y los de primer nivel jerárquico en los organismos públicos descentralizados y en las empresas del Estado”.
Es decir, el mecanismo está reglamentado. Sin embargo, es responsabilidad del funcionario, en este caso el presidente Castillo, elegir a personas preparadas y capaces. Hay varios casos, algunos de ellos escandalosos, que demuestran que el primer mandatario se está equivocando con recurrencia. Es un error que se puede corregir por la propia imagen del presidente y por el bien del país. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.