
El alto al fuego alcanzado tras la llamada Guerra de los Doce Días entre Irán e Israel goza de una portentosa precariedad. Una tregua en permanente violación, no alcanzada por negociación entre las partes beligerantes, sino por decisión unilateral del presidente TRUMP, después que USA bombardeara tres instalaciones de energía atómica, en suelo iraní y sin aviso alguno. Debía prestar ayuda al estado judío de las oleadas de misiles enemigos, que remecían las principales ciudades israelíes, con enormes estragos, como nunca había sucedido en el historial bélico de Israel.
La perplejidad ante esta situación no debería ser tanta, si reparamos que el punto de partida de esta crisis, el ataque israelí –al igual de la intervención yanqui– se hizo sin declaración de guerra, con el objetivo alevoso de asesinar a miembros de la cúpula militar y la comunidad científica iraní. En una doblez mayúscula la agresión se produjo a una semana de la reunión pactada en Omán –a instancias de la Organización Internacional de Energía Atómica OIE. Allí se evaluaría si el uranio enriquecido de Irán tenía propósitos militares o fines industriales y pacíficos, como hasta hoy se viene demostrando, (incluso por la inteligencia norteamericana).
En una coyuntura volátil, donde la guerra ha renunciado a sus reglas, las palabras pierden su sentido y los compromisos son meros engaños, la estabilidad mundial se torna inalcanzable. ¡Espejismo y frustración en toda línea!.
Las certidumbres de antaño han dejado de funcionar. Y el Derecho Internacional, el gran modulador de las relaciones interestatales, ha sido la primera víctima de las más descaradas agresiones. En efecto, NETANYAHU llama legítima defensa a su ataque grosero; Irán es agredido por una bomba atómica que aún no posee; y USA dispara misiles para imponer la paz. ¡La locura absoluta!. ¡El mundo al revés!.
Es cierto, que por ahora se impedido el escalamiento del conflicto. Y TRUMP infatuado se estima candidato al premio Nobel de la Paz. Sin embargo, demasiada informalidad gesta un suelo resbaladizo que vuelve imposible cualquier acuerdo duradero. No sorprende, entonces, que el escuálido armisticio sea papel mojado en tinta y que las decisiones fundamentales estén atadas a caprichos de toda laya. Majadera e ilusa es la voluntad israelí de desaparecer militarmente al régimen iraní. Lo es también el compromiso de sectores estadounidenses con semejante temeridad. Como demencial es la puja europea para que Ucrania siga resistiendo en una guerra objetivamente perdida. Este espíritu aventurero y provocador evalúa pésimamente al enemigo. Ignora la tenacidad de un pueblo histórico, la antigua Persia, una de las grandes civilizaciones de la humanidad. Al igual que se menospreció a Rusia. Ante tanta ceguera e irresponsabilidad el abismo de la guerra nuclear abre sus fauces, peligrosamente.
(*) Abogado constitucionalista.
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