
La separación de poderes en el Estado (o independencia de poderes) es un principio político muy sabio y pragmático. Se trata de evitar el poder absoluto, el cual – como se sabe – conlleva siempre a la corrupción. El proverbio en cuestión es: “el poder absoluto corrompe absolutamente”.
En el caso de las democracias representativas (como la nuestra), se trata de autonomizar e independizar a los tres poderes del Estado: Poder Ejecutivo, Poder Legislativo y Poder Judicial. La idea es que ninguno tenga poder absoluto, para que cada poder pueda controlar los excesos de los otros.
El problema de nuestra democracia – ¡cuándo no! – es la corrupción. Y, más concretamente aún, la corrupción en los tres poderes del Estado. Sin embargo, la respuesta – y la solución – la tenemos que dar nosotros: la ciudadanía.
¿Qué hacer frente a un Estado, cuyos tres poderes – separados y autónomos – están tan infestados de tanta gente corrupta? ¿Qué hacer frente a un Poder Ejecutivo (Gobierno Central y Gobiernos Regionales y Locales) que “vende” puestos de trabajo al mejor postor? ¿Qué hacer con presidentes, ministros, gobernadores regionales y alcaldes que coimean un día sí, y el otro también?
¿Por qué la corrupción en el Poder Ejecutivo no es controlada por los Poderes Legislativo y Judicial, a pesar de que ambos poderes tienen funciones fiscalizadoras y controladoras? Muy sencillo. ¡Los tres poderes están metidos en la colada!… y entre corruptos se entienden.
Efectivamente, ¿qué hacer con Congresistas que “venden” sus votos según el monto que reciben bajo la mesa? ¿Qué hacer con los “mocha sueldos” hipócritas y abusivos? Con esos antecedentes, ¿qué autoridad moral tiene el Congreso de la República para fiscalizar – y acusar – a nadie? Ciertamente, ninguna.
Y en cuanto al Poder Judicial. ¿Qué hacer con esos jueces y fiscales que también “venden” sus fallos según el monto que reciben bajo la mesa? ¿Con qué autoridad moral el Poder Judicial puede acusar y juzgar a funcionarios corruptos de los Poderes Ejecutivo y Legislativo, si muchos jueces, fiscales y delincuentes son tal para cual?
¡No podemos tapar el sol con un dedo! La corrupción ha malogrado al Estado peruano. Los tres poderes del Estado peruano están llenos de gente muy corrupta. Entonces, dado que la separación de poderes del Estado peruano no sirve, ¿quién debe fiscalizar – y controlar – al Estado? Bueno pues, la ciudadanía empoderada tiene la palabra. La ciudadanía de la buena, ciertamente. Porque ¡vaya que tenemos ciudadanía de la mala, también! En todas partes se cuecen habas.
Exigir – desde la ciudadanía – una extrema reducción burocrática del Estado y una radical simplificación (digitalización) de todos los trámites y procesos estatales. Cero papeles. Cero sellos. Cero firmas. Cero colas. Cero coimas.
Repito. El principio de la separación de poderes no funciona en nuestro caso, porque los tres poderes del Estado están tomados por la corrupción. Entonces, la ciudadanía empoderada lo tendrá que hacer.
En ese sentido, mi más sincero reconocimiento y gratitud a aquellos periodistas y ciudadanos valientes que están desenmascarando la corrupción en el Estado.
¡Un aplauso para aquellos valientes compatriotas!
(*) Exgobernador regional de Ica
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