Opinión

100 días de descomposición política

Por: Hugo Guerra Arteaga

El proceso político peruano está desbocado. Tenemos un gobierno disfuncional y un Congreso semiparalizado por la traición de dos bancadas que impiden alcanzar la vacancia presidencial.

Pedro Castillo, a los cien días de mandato, no tiene nada que exhibir. La economía ha entrado en una fase negativa que no estalla del todo porque los fundamentos financieros del Estado son sólidos y porque el precio de los minerales sigue en apogeo. Sin embargo, el presupuesto familiar padece los efectos del pésimo manejo macroeconómico y de una inflación (esencialmente por expectativas) que está en el orden de 5%; es decir en el peor nivel de los últimos 10 años. El encarecimiento de la canasta popular no es lo único que golpea, la informalidad bordea el 80%, el desempleo crece y no se ve ninguna salida al final del túnel. Los impuestos de la envidia (le pica el ojo y le hinca el hígado a Francke la riqueza de unos pocos) son tan inviables como el aumento desmedido del sueldo mínimo. Mientras tanto, en poco menos de tres meses el Estado ha quemado unos cinco mil millones de soles en bonos y más deuda pública.

Políticamente el Gabinete de Mirtha Vásquez logró investidura por una diferencia mínima de votos en el Congreso; sin embargo, de inmediato han estallado escándalos en Defensa, Interior, Educación y Cultura. La situación es tan grave que, consecuencia de la manipulación de los ascensos militares y policiales, la Fiscalía ha debido abrir investigación, mientras que en el Parlamento se corren firmas para la vacancia.

El futuro de Vásquez al frente de la PCM se torna inviable y nadie puede asegurar su continuidad si el del sombrero insiste en mantener en el cargo al impresentable Walter Ayala, contra quien mayoritariamente la oficialidad castrense está en contra.

Los “cambios estructurales” y la “segunda reforma agraria” anunciados por Castillo son frases huecas. El agro no ha tenido ningún cambio y los campesinos saben que la última barrera productiva principal es la de las empresas agroindustriales; por lo tanto, no respaldan las banales ofertas presidenciales.

La minería sigue alborotada por los radicales y hasta por las propias autoridades gubernamentales; y, en cuanto a la educación el magisterio se ha convertido en escenario de enfrentamiento entre el Fenatep – Movadef y el histórico Sutep. No hay mayor esperanza de recomposición política. Y a un año del golpe de estado indirecto (o golpe de masas) contra el presidente Merino, lo único que queda es la persecución política a falta de una investigación fiscal eficiente sobre la violencia que desembocó en la muerte de los jóvenes Inti y Bryan, pero también de otros cinco peruanos asesinados en el interior del país y que a nadie parece interesarles, como tampoco el sufrimiento de los policías que cumplieron con preservar el orden público.

Martín Vizcarra sobrevive políticamente y, como señala el dicho popular, mantiene su cara de jebe intentando hasta construir un nuevo partido político después de su desastrosa y corrupta gestión; causa central del desorden constitucional que hasta hoy padecemos.

El Congreso, petardeado por las bancadas traicioneras de AP y APP todavía no lograr una fórmula de unidad, pero sigue siendo la única esperanza. Porque, o se vaca a Castillo o se deja que el país caiga definitivamente en el caos del régimen comunista.

(*) Analista político

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