Opinión

¿Universidad, cosa de locos? (I)

Por: Martín Valdivia Rodríguez

Desde la Grecia antigua hay una gran rivalidad entre el empirismo y el racionalismo. El empirismo afirma que la fuente del conocimiento es la experiencia, mientras que el racionalismo sostiene que es la razón. Empezamos con esta reflexión porque, debido a algunas veces nos hemos referido al caso de los congresistas que cuentan con licenciaturas y maestrías a granel, pero parecen no haber pasado por la universidad, muchos creen que hacemos apología al empirismo y que no reconocemos la importancia de los estudios universitarios. Se equivocan, pues consideramos que la preparación académica es el motor del desarrollo económico, social y cultural de un país.

Los primeros matemáticos y físicos de la antigua Grecia basaban sus conocimientos en la experiencia, en el método empírico, en la investigación científica reposada en la experiencia, que permite identificar las características y relaciones del fenómeno estudiado. Sin embargo, el tiempo fue demostrando que los estudios, el conocimiento y la investigación se realizan de una manera más adecuada con un sistema académico. Por esa razón Platón creó la academia, que equivaldrían a lo que hoy son las universidades, los institutos y las escuelas superiores.

Tal es así que las instituciones científicas de la antigua Alejandría (museo, biblioteca), las reuniones de intelectuales de la antigua Roma y el Ateneo o “escuela romana” de Adriano son denominadas “academias”. Sí son importantes los conocimientos obtenidos a partir de la experiencia, de la práctica, pero tienen más consistencia y horizonte los surgidos en las instituciones académicas. Pongamos un ejemplo, en la prehistoria, la medicina consistía en rituales mágicos protagonizados por chamanes y personajes similares que utilizaban preparaciones a base de plantas, animales y minerales. Alrededor de 10,000 años antes de nuestra era, en Europa y América hacían trepanaciones craneanas; hace 1,000 años a. n. e., en China efectuaban injertos de piel y eliminación de cataratas en los ojos; en 1895, ya en nuestra era, el médico austriaco Sigmund Freud crea el psicoanálisis para tratar a personas con trastornos mentales; y los 80 y 90 marcaron el inicio de la cirugía con láser.

Todos estos avances generalmente han sido consecuencia del conocimiento académico, del que nació en las aulas universitarias o de instituciones similares.

Hay una congresista que preguntó: “¿los que tienen título, qué m… han hecho por el país?”. Agregó que ella, que no ha ido a la universidad, realiza una mejor labor. Como decía Kenji Fujimori, “tampoco, tampoco”. Continuaremos con este tema, que debe despertar el interés de los políticos. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.

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