Opinión

¿Tu negocio navega en el “Triángulo de las Bermudas”?

Por José Castillo Carazas

El triángulo de las Bermudas es un área geográfica con forma de triángulo escaleno situada en el océano Atlántico, entre las islas Bermudas, Puerto Rico y Miami. Desde mediados del siglo pasado se volvió bastante conocido por su alta peligrosidad y numerosos naufragios. ¿qué tiene que ver esto con el mundo de los negocios?

Las empresas navegan constantemente en un triángulo conformado por la liquidez, el riesgo y la rentabilidad. En momentos de alta incertidumbre, como los actuales, en los que es muy difícil proyectar crecimiento y lo que ocupa el mayor tiempo de los empresarios y gerentes es cómo superar la contracción de la economía, este triángulo empresarial se estrecha y requiere de la máxima pericia para salir airosos. Si hiciéramos la analogía, el barco sería la “rentabilidad”, el combustible sería la “liquidez” y el camino por recorrer a través del triángulo sería el “riesgo”.

Los dos indicadores financieros más importante en la gestión de un negocio son la liquidez y la rentabilidad y, por lo general se asocian, pero en el fondo son complementarios y no necesariamente tienen una correlación directa, más aún en coyunturas como las actuales. Que una empresa sea rentable, no necesariamente significa que tenga liquidez y viceversa. Podemos decir que la diferencia entre estos dos indicadores es que la rentabilidad mide la capacidad de producir un superávit o beneficio y su cálculo incluye estimaciones contables. El beneficio de un período, estimado de forma razonable, incluye no solamente los ingresos cobrados sino también los que se esperan cobrar.

Por otro lado, la liquidez evalúa la capacidad de convertir activos en efectivo y generar disponibilidad inmediata de dinero. La rentabilidad tiene un rol de análisis estratégico; mientras que la liquidez analiza una situación inmediata y puntual. Un proyecto de inversión adecuadamente financiado genera la liquidez que logra diferenciales poderosos; por ejemplo, al momento de negociar “pronto pagos”; por eso “el cash es el rey”.

La liquidez hace que la percepción de riesgo inmediata sea baja. No obstante, hasta que el proyecto madure, es posible que la empresa no sea rentable. Por otro lado, una empresa puede que sea muy rentable y generar beneficios operativos de forma consistente; sin embargo, producto de una coyuntura como la actual, sencillamente está ilíquida, originando un incremento del riesgo, pero es lo más difícil de gestionar; sobre todo cuando los proveedores e inversionistas empiezan a “comer ansias”. Si el negocio estima razonablemente beneficios y, además estos son consistentes, un problema de iliquidez temporal mal administrado o que cede a presiones de los “stakeholders” puede generar serias disminuciones en la rentabilidad a futuro.

¿Se imaginan que pasaría si, ante la presión por la iliquidez la empresa empieza a descontar sus operaciones a crédito por pronto pago? Los beneficios futuros se irán a la baja; pero, además, la debilidad mostrada ante los clientes generará una inmediata pérdida en el poder de negociación. Como siempre dice mi padre: “cabeza fría y a ponerse siempre encima de la situación, eso permite tener más visión”

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