El tema preferido de los detractores de la agricultura empresarial iqueña es la sequía o escasez de agua. Conozco a varios seudo especialistas, llenos de maestrías y doctorados, eso sí, que despotrican de las empresas agroexportadoras de la región. “El consumo de agua para sus cultivos es insostenible”, anuncian apocalípticamente. Y agregan: “la agricultura iqueña está condenada a una sequía de muerte”.
Ahora, vamos a los hechos. El 2 de febrero pasado, el río Ica, a su paso por la ciudad, estuvo a punto de desbordarse. El jueves 6 de febrero, el río Tierras Blancas (Nasca) se desbordó e inundó numerosas viviendas y caminos. Hoy, todos los ríos de nuestro país están de bote a bote. Es decir, están con mucha agua.
Como se ve, luego de los anuncios agoreros, no solo no aparece la sequía, sino todo lo contrario; los ríos se cargan y los agricultores brindamos por ello. Más bien, cuando acabe la temporada de lluvias 2024 / 2025, a mediados de mayo – junio próximo, entraremos al estiaje nuevamente, y (acuérdense de mí) muchos se lamentarán por la escasez de agua.
Entonces, en vez de quejarse, más bien, hay que actuar como corresponde. Desde las cabezadas de nuestras cuencas, en hermandad entre la Costa y la Sierra, tal como lo hicimos entre Ica, Huancavelica y Ayacucho en el período 2015 / 2018, hasta las desembocaduras de nuestros ríos en el mar, debemos llevar a cabo lo que se denomina la “Siembra y Cosecha de Agua”.
También debemos reforestar y revegetar todas las cabezadas y quebradas. La tala indiscriminada de bosques nativos de las últimas décadas ha dejado a nuestros cerros pelados, lo cual, ante cualquier lluvia, por más pequeña que sea, deviene en mortíferos huaicos que arrasan todo lo que encuentran en su camino.
Los acuíferos deben manejarse sosteniblemente. En efecto, el subsuelo sirve muy bien para almacenar grandes cantidades de agua. En ese sentido, los acuíferos se rellenan naturalmente a través de flujos de aguas superficiales (ríos, acequias, surcos, etc.) y artificialmente a través de procesos de infiltración inducida, tal como se está haciendo en Ica, con resultados muy favorables.
Al respecto, una vez más, debemos deplorar el revestimiento (léase, impermeabilización) del cauce del río Ica, que está llevando a cabo, con mucha corrupción de por medio, el Gobierno Regional. En buena cuenta, el Estado está invirtiendo una millonada (más de S/. 200 millones) en revestir con concreto el cauce del río (atentando contra la infiltración del acuífero de Ica) en vez de construir reservorios aguas arriba, para tener agua en los estiajes, y de paso, evitar las consabidas inundaciones de la ciudad.
En fin, el manejo eficiente del agua implica, también, acciones administrativas innovadoras, tales como tarifas diferenciadas, o lo que en su momento planteamos como “tomas libres”. ¿Qué significa eso? Pues que en épocas de abundancia, llámese, en las temporadas de lluvias casi no se debe cobrar por el agua. Y todas las compuertas deben abrirse para que el agua discurra libremente por todos los cauces y acequias.
En cambio, el agua regulada, aquella proveniente de reservorios y represas, debe cobrarse a tarifas que cubran los costos de inversión y distribución del agua.
Gracias a Dios, tenemos agua, mucha agua. Sin embargo, quisiera rogarle al Señor de Luren y a la Virgencita de Yauca, que curen la sequía mental de los detractores de nuestra agricultura empresarial, quienes ven sequías apocalípticas, allí donde hay agua en abundancia.
(*) Exgobernador regional de Ica.
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