Opinión

Persistiendo tercamente en el error

Por: Ángel Delgado Silva

Ha sido una inveterada costumbre de historiadores, políticos y publicistas en general, poner el énfasis explicativo en el rol de los personajes notables y creer, a pie juntillas, en sus dichos. Cierta es la importancia del discurso en la compresión de la realidad, pero, a su vez, este responde a otras variables necesarias para obtener una visión de conjunto, que ubique las palabras en su respectivo contexto. Sólo así, el lenguaje político dejará su volatilidad intrínseca encantando a algunos o amedrentando a otros, según sus afinidades, para convertirse en una entrada privilegiada para el conocimiento social.

Vale esta reflexión epistemológica porque en la coyuntura presente se insiste, obsesivamente, en explicaciones políticas rebosantes con los “dimes y diretes”, que a diario barruntan los epígonos del régimen castillista. Esta atávica tara crece por la afonía permanente del presidente, adquiriendo más resonancia las voces de los Cerrón o Bermejo. Pero no solo eso. Se agudiza la falsa percepción de que tales declaraciones serían contrarias al pensamiento presidencial. Buena parte de la prensa se aboca a las “contradicciones” entre lo que Castillo “no dice” y lo “dicho” por los demás. ¡Cuánta ingenuidad, increíble!

Muchos de la bisoña clase política siguen esta pauta. Y hacen sus mejores esfuerzos para librar al presidente de estas deletéreas influencias. Se desgañitan al extremo para convencer a Castillo –según ellos una suerte del “buen salvaje”– y salvarlo del entorno demoniaco. Esta deformación obnubila, pero principalmente paraliza la actuación democrática. Por eso la oposición aparece sin rumbo y más bien aporta confusión cuando tozudamente intenta un inútil rescate presidencial de las fauces extremistas.

Al tener la mirada en los individuos y sus proclamas se sacrifica el enfoque sobre las tendencias objetivas. Estas ocurren mas no cuentan con ojos atentos. A diferencias de los gobiernos últimos –conglomerados de intereses egoístas y desconectados– ahora estamos ante una coalición donde ninguna de sus diferencias, afecta su unidad ideológica y la comunión de propósitos políticos. Poco importan las intensidades discursivas, que unos aparezcan más belicosos que los otros, que los buenos modales de la vieja política sucumban ante una retórica flamígera. Todos esos no son más que estilos. Y ninguno contradice el objetivo de “lucha final”, aquel verso de la Internacional, el himno proletario.

Las anteojeras de la candidez impiden visualizar que la verdadera razón del castillismo no es administrar al Estado burgués, inepto, opresivo y corrupto. Quiere conquistar poder revolucionario, en el seno de las masas populares. Un verdadero contrapoder al orden existente. La estrategia de construir bases de poder popular está en plena ejecución. Ahí FENATE, los comités de firmas para la asamblea constituyente, la movilización por la II Reforma Agraria, etc. Consolidadas estas tareas estará a la orden del día, el asalto al poder.

(*) Constitucionalista

(*) La empresa no se responsabiliza por los artículos firmados.

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