Opinión

Para gobiernos desorientados

Por: Alicia Barco Andrade

Comunicación política en la era digital y tiempo de crisis

Dina Boluarte se enfrenta a un delito grave y al parecer delira con la mentira. El enriquecimiento ilícito del reloj la ha dejado como una mujer que miente de manera descarada. Estamos hablando, además, de varios otros bienes que tiene; el dinero en las cuentas; el carro y el origen de los tres relojes.

Frente a la crisis institucional que padecemos, esperemos que el Ministerio Público no pierda la brújula. Parte de su trabajo es que se investiguen las varias contradicciones en las que la presidenta y el señor Oscorima han caído. Y muy aparte del temor de todos – en quedarnos sin presidenta- este escándalo político coloca al “hermano wayki” con toda la responsabilidad del escándalo. ¡Qué astucia!

Para administrar una crisis tenemos que poner énfasis en el uso de los medios de comunicación y su objetivo en minimizar su impacto del momento crítico. El objetivo es terminar la fragilidad. Pero los mensajes de Dina…

¿Por qué se miente con tanta torpeza?

No hay que olvidar que la manipulación de las palabras por medio de la propaganda nazi era la carne preferida del ministerio de Joseph Goebbels. Su frase “una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad” es el credo que hoy, de las narrativas de la izquierda impregnan la prensa. Dina nos quiere hacer creer – insistentemente – que ella es ajena a cualquier acto de corrupción creado contra ella.

Lamentablemente, las contradicciones abundan y no es precisamente las respuestas claras lo que la acompañan. Evade preguntas en conferencia de prensa, se muestra incómoda cuando la prensa le solicita responder. No asume responsabilidad. ¿Cuándo pasará de lo malo a lo bueno?

El público – mofado de ella – ya creó stickers, memes, y hasta Yanbal la ha aclarado. Por más disculpas que existan, la credibilidad y la confianza ciudadana hacia la mandataria han desaparecido.

Las crisis pasan, el riesgo queda. No se podrán evitar, pero sí prevenir.

Todo el universo de la comunicación política y su huella en el cerebro de las personas es fundamentalmente emocional y tiene un impacto enorme en nuestro comportamiento cívico – político. La materia prima siempre serán las emociones. Pero en estos tiempos digitales, el lenguaje de la política se ha centrado en producir más miedo y confrontación, que en generar entusiasmo, esperanza y nuevas posibilidades. Lo que ha empobrecido y empequeñecido la política y la democracia.

Es urgente reconstruir el lenguaje de la política para reconectar con la sociedad, recuperando la verdad, la reputación y la confianza, como renovar su licencia social para operar. La verdad discursiva como entendimiento y consenso garantiza la cohesión social.

(*) Comunicadora digital, filósofa, periodista colegiada, docente, empresaria, estratega, mujer política del siglo XXI.

* La Dirección periodística no se responsabiliza por los artículos firmados

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