Opinión

Otra vez, Andrés

Por: Martín Valdivia Rodríguez

Las tensas relaciones entre México y Ecuador constituyen una situación que preocupa al continente. La irrupción violenta de policías ecuatorianos en la embajada mexicana, para detener al exvicepresidente Jorge Glas, es calificada como una grave violación del derecho internacional y los derechos humanos. Se justifican las duras críticas al presidente Daniel Noboa, pero el primero que falló fue el mandatario Andrés Manuel López Obrador.

En primer lugar, es cierto que las embajadas no están obligadas a cumplir la legislación del Estado en cuyo territorio se encuentran, pero esa facultad no les da carta libre para hacer lo que quieran, pues están sometidas o a las leyes de su país de origen o a aquellas internacionales o interterritoriales.

López Obrador violó las normas internacionales al darle asilo político a Jorge Glas, haciéndolo pasar como un perseguido político, pues eso es falso. En esto, el presidente de México ya tiene ciertos antecedentes, pues asiló a Evo Morales y estuvo a punto de hacer lo mismo con Pedro Castillo.

Jorge Glas fue vicepresidente de Ecuador durante los gobiernos de Rafael Correa y Lenín Moreno. También se desempeñó como presidente del Fondo de Solidaridad, Ministro de Telecomunicaciones y Sociedad de la Información, así como de ministro coordinador de Sectores Estratégicos.

Según la fiscalía de Ecuador, Jorge Glas desvió fondos destinados a la reconstrucción de la provincia de Manabí, donde hasta ahora no hay avances en las obras tras el terremoto del 2016. Además, en el 2017, Glas fue condenado a seis años de prisión por asociación ilícita, y en el 2020 lo sentenciaron a ocho años por cohecho agravado. O sea, este Glas no es una santa paloma.

Según el Tratado de Asilo de 1939, “no se concederá asilo a los acusados de delitos políticos, que previamente, estuvieran procesados o hubieren sido condenados por delitos comunes y por los tribunales ordinarios. La calificación de las causas que motivan el asilo corresponde al Estado que lo conceda”. Por su parte, la Convención de Asilo Diplomático de Caracas de 1954 establece que “no es lícito conceder asilo a personas que, al tiempo de solicitarlo, se encuentren inculpadas o procesadas ante tribunales ordinarios competentes y por delitos comunes, o estén condenadas por tales delitos y por dichos tribunales, sin haber cumplido las penas respectivas (…)”.

Es decir, una vez más, López Obrador inicia un problema internacional por el mero capricho de darles una mano a sus amigos políticos y camaradas ideológicos. Que se preocupe por México y deje de meter sus narices en otros países que será lo más saludable para esta parte del continente. Por que lo que digo y escribo siempre lo firmo.

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