Opinión

¿Nueva Constitución? (II)

Por: Martín Valdivia Rodríguez

Un sector de la izquierda chilena culpa a Gabriel Boric de haber virado a la derecha y permitir con ello la derrota de la propuesta de una nueva Constitución. Si algo tienen en común la izquierda radical y la extrema derecha, es precisamente esa mirada sesgada e interpretación obtusa de los resultados cuando estos son adversos. Boric no llamó a votar por el “rechazo” y, si los electores hubieran creído que en el fondo él no quería reemplazar la Constitución del dictador Augusto Pinochet, habrían votado por el “apruebo” para derrotar esas supuestas soterradas malas intenciones.

Repetimos, en el plebiscito de octubre del 2020 el “apruebo” obtuvo 78.28% de respaldo, pero el último domingo el “rechazo” ganó con el 61.92%. ¡Qué pasó! “Que las tortillas se vuelvan” es el título de un conocido tema de Víctor Jara, ícono del canto social de Chile asesinado durante la dictadura. Y eso parece haber pasado, pero a la inversa, se volteó el pastel en la lucha por un orden legal que acabe con los rezagos del régimen de Pinochet. La nueva Constitución, hace meses anhelo de la mayoría de los chilenos, fue rechazada en el plebiscito del domingo por quienes hace casi dos años la respaldaron.

Una vez más, el problema de la izquierda fue el líder. El joven dirigente estudiantil, que emergió de las luchas por la enseñanza gratuita y no paró hasta la Casa de la Moneda, a sus 36 años no supo conservar el respaldo que había ganado en las urnas. En realidad, la derrota de la nueva Constitución está en consonancia con el rechazo contra la gestión de Boric, quien, por sus errores, para muchos chilenos, parece un niño grande sin personalidad, sin el aplomo necesario para luchar contra una oposición que, como no podía ser de otra manera, le soltó los galgos para minar su gestión y lograr que gane el rechazo a la nueva Carta Magna.

En el Perú también tenemos un gobierno de izquierda —aunque muchos ya dudan que lo sea—, que coincidentemente plantea una nueva Constitución. Y, para variar, el presidente también tiene altos índices de desaprobación, por lo que, si él encabeza la lucha por el cambio constitucional, es muy probable que ocurra lo mismo que en Chile. ¿Y un partido podría asumir esa función? Hay que ser realistas. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.

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