
Ingresamos a las postrimerías del 2023 y se hacen necesarios los correspondientes balances. Uno de los puntos más flacos de la gestión de Dina Boluarte es el referido a la seguridad ciudadana debido al aumento de la criminalidad y a la incapacidad del Gobierno de enfrentar a las bandas de delincuentes. Si no hay un plan contra la delincuencia es porque no se tiene un conocimiento cabal de la realidad. Sin embargo, no todo es culpa del régimen, sino de la propia Policía Nacional que, salvo honrosas excepciones, parece que continúa como antes, fluctuando entre la mediocridad y la corrupción, lo cual no quita, claro, que tenga algunas acciones o gestiones exitosas.
Hay deplorables casos en todos los niveles, desde los subalternos hasta los más altos rangos de oficiales. Si antes era la “chanchita” para el comisario recolectada por los policías que salían a realizar los operativos a las calles y “apretaban” hasta a rateritos y fumones, ahora son grandes negociados a cargo de las planas mayores. Uno de los casos más escandalosos fue la compra de mascarillas de “tela de cebolla” contra el covid que, además de ser un robo, causó la muerte de muchos policías que se contagiaron fácilmente de la enfermedad.
Basta mencionar un par de casos para demostrar que no estamos exagerando. En la comisaría de San Andrés, en pleno centro de Lima, personal de Inspectoría de la PNP encontró a seis policías consumiendo bebidas alcohólicas y en completo estado de ebriedad cuando debían estar cumpliendo su trabajo, patrullando las calles, atrapando a delincuentes, protegiendo a los ciudadanos de los asaltantes, de los extorsionadores, de los secuestradores y las demás lacras.
Si vamos más arriba en el escalafón policial también encontraremos otros casos no menos indignantes, como el de los siete generales que pagaron sobornos en el gobierno de Pedro Castillo para que los asciendan. Repetimos, no todos los policías, los subalternos ni los de alto rango, son de esta calaña, pues los hay honestos, eficientes y trabajadores, el asunto es que siempre hay manzanas podridas que malogran lo bueno que pueden hacer los demás. Cada vez que ingresa un ministro o un director de la PNP, promete acabar con estos malos elementos, pero las palabras se las lleva el viento y todo sigue igual, según parece.
El actual ministro del Interior, Víctor Torres, en plena Navidad encabezó un operativo de campo, presencial, como los de antes, no monitoreando todo desde una opaca pantallita. Así debe ser, ojalá siga así y al final no resulte solo show para la foto, como siempre ocurre. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.