
“La bandera peruana está a media asta en Palacio de Gobierno en señal de duelo por la muerte de Abimael”. “Pedro Castillo llora la muerte de Abimael”. Son solo dos de los tantos fake news, de los cientos y quizá miles de informaciones falsas que se difunden por las redes sociales. Este Gobierno tiene no uno sino muchos errores y cualquier peruano, especialmente los periodistas, tenemos todo el derecho de darlos a conocer y exigir que sean corregidos, pero siempre con la verdad. Apelar a la mentira solo desacredita la protesta y va en desmedro de la credibilidad de los detractores del régimen.
Caer en este trajín es muy perjudicial para todos los peruanos, pues en cualquier país del mundo, si el Gobierno ve que sus opositores recurren al engaño para desprestigiarlo, se envalentonará y se rehusará, incluso, a enmendar sus fallas, sus malas decisiones o sus acciones turbias. Las mentiras son como balas de salva, solo hacen ruido y ponen en alerta al enemigo. Y cuanto más alto es el calibre de la mentira, mayor es el efecto contrario que causa. Es como un búmeran o un balazo a los pies, hablando en sentido figurado, claro.
El Gobierno de Pedro Castillo tuvo un inicio irregular, con contratiempos y problemas no previstos debido a la etapa de suspenso que hubo después de las elecciones, generada por los reclamos de Keiko Fujimori con el apoyo de varios partidos políticos y gran parte de la población. El nombramiento del primer Gabinete ministerial dio lugar a mucha inconformidad y motivó protestas, emplazamientos y hasta la intención de cierto sector de impulsar la vacancia presidencial desde cuando el Gobierno tenía apenas unos días de gestión.
Su aparentemente confusa definición ideológica, los dudosos antecedentes de ciertos ministros y las dificultades para entablar una relación de mutuo respeto con la prensa, entre otros asuntos, son problemas del Gobierno que nadie puede desconocer. Hay muchos errores que deben ser detectados y dados a conocer para exigir que sean corregidos por el bien del propio Estado y de todos los peruanos, pues a todos nos conviene que el Gobierno haga bien las cosas.
A menos que seamos de una oposición recalcitrante que solo busca que la inestabilidad socave al régimen hasta hacerlo caer. Debemos tener ojos fiscalizadores, pero con objetividad, sin apelar a la mentira como herramienta política. La verdad, ante todo. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.