Opinión

Menores asesinos: ¿más cárcel o más prevención?

Por: Francisco Diez-Canseco Távara

La nueva ley aprobada por el Congreso —Ley N.º 32330— permite juzgar como adultos a adolescentes de 16 y 17 años que cometan delitos graves. Se trata de una respuesta ante el crecimiento del sicariato juvenil, las extorsiones y los crímenes por encargo. Es comprensible la indignación social, pero también es válido preguntarse: ¿Estamos atacando el problema real o solo buscando un titular?

La experiencia internacional ya tiene la respuesta: más castigo no reduce el crimen juvenil. Países como El Salvador y Brasil endurecieron las penas para menores, y el crimen no disminuyó. Solo aumentaron las cárceles llenas, las bandas más violentas y los jóvenes sin futuro.

Estados Unidos también probó ese camino. ¿Qué pasó? Más reincidencia, más violencia en las prisiones y menores marcados de por vida. Hoy, muchos estados están retrocediendo y apostando por programas de rehabilitación y justicia juvenil especializada.

En el otro extremo están países como Alemania, Canadá y Nueva Zelanda. Allí se trabaja con los adolescentes, se les reeduca y se busca reinsertarlos. ¿Resultados? Menos crímenes, menos reincidencia, más oportunidades.

Nuevamente, la coalición formada por el desgobierno de Dina Boluarte y los partidos o maquinarias electorales que la apoyan en el Congreso han tomado el rábano por las hojas, ya que, mientras no se ataquen las causas estructurales de la delincuencia y, en especial, del sicariato juvenil, medidas como las planteadas por la Ley N.º 32330 no tendrán el efecto deseado. La experiencia internacional e histórica lo demuestra: el incremento de las penas no reduce la delincuencia, aunque puede justificarse según la gravedad del delito como una sanción que debe medirse cuidadosamente en el caso de la delincuencia juvenil.

No se trata de ser indulgentes. El sicariato juvenil debe combatirse con firmeza. Pero encarcelar a un menor en una prisión de adultos no lo corrige, lo destruye. ¿Queremos justicia o solo venganza?

Un chico de 16 años que mata no nació asesino. Llegó a esa situación por abandono, violencia, droga y falta de oportunidades. Si el Estado solo responde con castigo, entonces también está fallando. Hay que atacar la raíz del problema: prevención, escuela, familia, deporte, trabajo. Sin ello, ninguna ley funcionará.

La nueva ley puede ser popular, pero eso no la hace efectiva. Repetir errores de otros países no es valentía, es ceguera. Y con los adolescentes no se juega: o los rescatamos, o los perdemos para siempre.

(*) Presidente de Perú Acción

(*) Presidente del Consejo por la Paz

* La Dirección periodística no se responsabiliza por los artículos firmados

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