Opinión

Mejorando la calidad de vida

Por: Rafael Velásquez Soriano

El autor de esta columna quiere transmitirles una decisión que un Estado tomó a favor de sus agricultores. Esta decisión buscó convertirse en un ejemplo para nuestro país.

El gobierno de Japón, para aliviar los problemas de los agricultores que cultivaban el famoso arroz, decidió comprarles la cosecha de todo un año. Volviendo a nuestro país, donde enfrentamos múltiples problemas climatológicos que perjudican a los agricultores que cultivan las diferentes variedades de papa, el Estado nacional podría tomar una decisión importante que aliviaría esta situación: comprar la cosecha anualmente. Esto no sería una limosna para ellos, sino un reconocimiento a su esfuerzo.

Ahora bien, ¿a dónde sería destinado este producto? Esa es la pregunta clave. En cuanto a las papas y su variedad, podrían ser exportadas, solucionando así el problema. Recientemente fui testigo, a través de lamentables noticias, de cómo los productores de mangos consideraban desechar su cosecha debido a la sobreproducción. Pienso que una solución práctica sería que el Estado compre la cosecha en su totalidad. Esto permitiría a los agricultores solventar sus deudas con los bancos que les prestaron dinero para sembrar en la campaña del siguiente año, evitando así un triste espectáculo.

¿Y qué haría el Estado con estos productos? Simplemente, los podría destinar a los cuarteles del Ejército y las Fuerzas Armadas, así como a los comedores populares que tanto necesitan apoyo para sobrellevar el momento. Estas son soluciones inmediatas que evitarían que los medios internacionales difundan imágenes desalentadoras sobre nuestra realidad.

En regiones como Puno y Huánuco, que registran una sobreproducción de papas, este tubérculo podría ser exportado sin problemas. Después de comprar la cosecha a los agricultores, se podría vender a países que industrializan la papa, generando millones de dólares en ingresos.

Es necesario que el Perú, finalmente, cobre impuestos a EE.UU., que se ha beneficiado durante años con nuestros tubérculos y maíz sin reconocer que hemos contribuido a su alimentación mediante la industrialización de estos productos. Este país norteamericano ha disfrutado de nuestros recursos sin pagar un solo centavo por el uso del tubérculo y el grano, aprovechando, entre otras cosas, las famosas canchitas o palomitas de maíz.

¿No tenemos derecho a exigir que nos paguen después de tantos años de explotación? Lo que buscamos es que nuestros agricultores y sus familias tengan una mejor calidad de vida.

Es hora de que pongamos los puntos sobre las íes. No debemos permitir que nos humillen cuando se les antoje. Los peruanos somos personas dignas que merecen respeto. No deberían perseguirnos como si fuéramos delincuentes por el simple hecho de encontrarnos en situación migratoria irregular en ese país. También tenemos derecho a que se reconozcan los años en los que dicho país se ha beneficiado de nuestros tubérculos y granos.

Nuestros agricultores tienen derecho a mejorar su calidad de vida. Los peruanos debemos mantener siempre la cabeza en alto y nunca agacharla. Debemos sentirnos orgullosos de ser descendientes de los incas ante el mundo entero.

(*) Abogado y exdecano del Colegio de Contadores Públicos de Lima.

* La Dirección periodística no se responsabiliza por los artículos firmados

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