Manual para la anarquía
En el Perú, como en la mayoría de los países de Hispanoamérica, los periodos de inestabilidad, crisis y caos no constituyen asunto menor y forman parte de un proceso político estructural desde los inicios del siglo XIX cuando los reinos que lo integraban dejan de pertenecer al Imperio Español y se fragmentan para convertirse súbitamente en repúblicas liberales burguesas.
Desde hace 200 años el modelo de concentración, lucha e influencias por el poder, los intereses de grupo partidistas, políticos e ideológicos siempre en torno a intereses prioritariamente particulares, la corrupción y la contundente ausencia de transparencia tanto en la administración de recursos como en la toma de decisiones, sumados a la presión social y ciudadana, asociados con la ineficiencia e incompetencia de la gestión pública y la ausencia de una clase que ejerza un liderazgo político legítimo, constituyen una constante que sólo varía en forma e intensidad, traduciéndose en lo que podría considerarse la historia y cultura política de Hispanoamérica.
Parte de esta cultura política la constituyeron hasta hace muy poco tiempo los mecanismos propios de balance de poderes fácticos estabilizadores y que se referían principalmente al caudillismo militar y político, al rol de la iglesia católica y a los poderes económicos propios de cada república, que, a través de saltos cuantitativos se adaptaban a las exigencias de los tiempos y explican la permanencia de los diferentes países de la región. Frente a esta realidad, luego de la caída del muro de Berlín en 1989, se proyecta hacia la región, desde los poderes fácticos globales de izquierda progresista, la influencia de una apuesta de “Gobernanza Planetaria” sobre la base de la construcción de la “ciudadanía universal”. Esta proyecta la ideología de la construcción de la realidad a partir de la generación de percepciones y emociones que promueve un igualitarismo individual que relativiza y debilita cualquier referencia a la historia, tradición y cultura política propia, diluyendo los poderes fácticos locales, y buscando reemplazarlos por un modelo de democracia y economía de “libre mercado” global, dirigido por las burocracias de ONG’S.
Esto, inevitablemente, ha derivado en un conflicto a escala de guerra mundial, y al empoderamiento del crimen organizado en Hispanoamérica. Mientras que para el caso peruano, además, se produce una guerra entre los poderes del Estado, donde la izquierda progresista busca imponer una tiranía judicial.
Con una historia y cultura política caótica, con el modelo de poder global fracasado y al borde de la guerra mundial, la disolución de los poderes fácticos estabilizadores, el empoderamiento del crimen organizado y la imposición de una tiranía judicial de izquierda progresista, el Perú tiene el manual perfecto para la anarquía.
(*) Exdirector Nacional de Inteligencia (DINI)
* La Dirección periodística no se responsabiliza por los artículos firmados