
Lima, la otrora “Ciudad Jardín”, fue capital del Virreinato, pero ya antes incluso de la llegada de los incas encumbraron su florecimiento diversos señoríos establecidos en los valles de los ríos Chillón, Rímac y Lurín, entre ellos el Ichma. Con los años, Lima se convirtió en una gran metrópoli, una de las principales de Sudamérica. Sin embargo, la prestancia y la hegemonía de nuestra capital fueron decayendo a la sombra de las grandes urbes de otros países de la región que han progresado al ritmo de la modernidad y la buena administración de sus autoridades, sin dejar de lado su tradición. Una de las causas de este declive de Lima, quizá la principal, es la deficiente gestión de sus alcaldes.
En el 2018, Lima cifró sus esperanzas en Jorge Muñoz, de las filas de Acción Popular, a quien eligió alcalde. Su carta de presentación fue su gestión en Miraflores y su estrategia, una campaña basada en el buen vecino y exitoso alcalde de un distrito residencial que, de pronto, se empezó a preocupar por los problemas como los intramuros de la Lima Virreinal, del Centro Histórico, de Barrios Altos, de Piñonate, de San Lázaro y otros. Su elección no fue contundente, pues apenas obtuvo el 36.03% de votos, cuando en la anterior elección Luis Castañeda Lossio había tenido el 50.73%.
En el último año de su gestión, Jorge Muñoz acaba de ser vacado por haber cobrado, tras asumir el cargo, su dieta como miembro del directorio de Sedapal y su sueldo como burgomaestre en la Municipalidad de Lima. La decisión del JNE es irreversible. La Constitución Política del Perú, en su artículo 40, establece que ningún funcionario o servidor público puede desempeñar más de un empleo o cargo público con excepción de la labor de docente. Lo mismo se indica, en un sentido más amplio, en el artículo 22°, del numeral, 10 de la Ley Orgánica de Municipalidades. Luego de la denuncia del caso, el alcalde Muñoz renunció a su cargo en la empresa estatal y devolvió el dinero cobrado, pero la falta ya estaba cometida.
Lima ha tenido mala suerte para sus alcaldes en las últimas décadas. Uno de los mejores burgomaestres fue Eduardo Orrego (1980), precisamente de Acción Popular, quien trasladó a los ambulantes de Polvos Azules del Centro de Lima a un campo ferial ubicado a pocos metros de Palacio de Gobierno y convirtió el jirón de la Unión en un paseo peatonal. Además, proyectó varias obras, que luego se hicieron realidad como el trébol de Javier Prado con Evitamiento, que inauguraron sus sucesores. Desde entonces, Lima ha tenido solo dos o tres alcaldes de gestión aceptable y paramos de contar. Continuamos mañana. (Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo).