Opinión

Las ciudades de 15 minutos y el fin de la libertad

Por: Luciano Revoredo

Entre los planteamientos de la llamada Agenda 2030, plan de transformación integral de la sociedad hacia un mundo atestado de ciudadanos de segunda clase, aparecen las llamadas ciudades de 15 minutos. Se trata de algo fundamental en la utopía que nos propone el globalismo progresista. Nos lo venden como soluciones urbanísticas, pero en el fondo se trata de una perversa reingeniería social. La idea es ofrecer espacios amigables a los ciudadanos para que en un radio no mayor de quince minutos tengan todo lo que necesitan, desde salud hasta cultura y deporte. Claro que esto es como música para los oídos de quienes viven abrumados por el tráfico y caos de las grandes ciudades, pero tiene contrabando ideológico y político.

El progresismo no descansa en su afán totalitario. La libertad, conforme avanzan sus planes, se va convirtiendo en una ilusión. Se trata de que la humanidad aborregada sienta que es libre, pero sea sumisa, silenciosa, inmóvil social y físicamente.

Un interesante análisis de esta situación lo desarrolla en un reciente libro titulado “Ciudades de 15 minutos. Objetivo: la jaula resiliente”, el escritor e historiador José Antonio Bielsa, en el que estudia las bases de la denominada Ciudad de quince minutos.

Para Bielsa, la cosa es muy clara sobre este intento de «hacer la revolución en bicicleta». Es un planteamiento que se cuelga de todos los tótems y supersticiones de la izquierda verde que no esconde otra cosa que un inmenso proyecto concentracionario, ya ensayado mundialmente durante la pandemia del coronavirus.

Curiosamente, en una de las dictaduras más infames, como es la china, donde convive la esclavitud laboral con un capitalismo de estado brutal, se vienen aplicando planes muy parecidos, con el añadido del llamado crédito social.

Un sistema por el cual los ciudadanos tienen una cantidad de puntos que van perdiendo cuando no actúan de acuerdo con lo que el sistema considera lo correcto. El que pierde más puntos es sometido a sanciones como no poder comprar o viajar, aparte del público escarnio. Este sistema ya se aplica en algunas pequeñas ciudades de Europa.

Para el español Carlos X. Blanco, esta situación promovida por las izquierdas globalistas con el financiamiento de las élites afines al progresismo nos lleva directamente hacia el «mundo feliz» de Huxley, hacia la distopía orwelliana de 1984 y hacia una tercera distopía que se combina con las dos anteriores, y con la nueva de las ciudades de 15 minutos: Fahrenheit 451, ese mundo horrendo imaginado por Ray Bradbury.

Ese es el fondo del asunto, las ciudades de 15 minutos no son otra cosa que granjas humanas donde personas despojadas de toda iniciativa “serán felices y no tendrán nada” como cínicamente pronostica la funesta Agenda 2030.

*Analista político.

* La Dirección periodística no se responsabiliza por los artículos firmados

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