Opinión

La vocación al servicio público (VII)

Por: Iván Pedro Guevara Vásquez

La vocación es lo que manda al final en la mente y en el corazón de cada quien. Y en lo que se refiere específicamente a la vocación al servicio público, no se trata de cuánto dinero se va a ganar en realidad, como tampoco se trata de querer ser juez o fiscal titular para ganar una remuneración mensual cuatro o cinco veces mayor en comparación con las ganancias mensuales promedio como abogado defensor.

La vocación al servicio público implica que, en caso se elija postular en un concurso público de méritos para ser juez o fiscal titular, existe la necesaria y suficiente inspiración para realizar una función pública acorde con la realización del servicio público, siendo lo más importante el ser un buen juez o un buen fiscal, por encima de todo, para que precisamente se cumpla con las metas del servicio público de justicia en este caso.

Ahora bien, no es que los trabajadores (funcionarios y servidores) públicos deban de ganar sueldos y remuneraciones muy bajas. Tampoco va por ahí. Todos al fin de cuentas necesitamos tener una remuneración o ingreso mensual que nos permite tener una vida material digna por nuestra misma condición humana, la cual tiene una dignidad intrínseca.

Después de la Segunda Guerra Mundial, con el holocausto humano de millones de vidas perdidas durante el conflicto armado intercontinental, quedó claro que el Estado no puede ni debe instrumentar a ser humano alguno, sino que, más bien, el Estado debe respetar al individuo humano, a la persona, garantizando sus derechos fundamentales.

Y el Estado a su vez tiene garantizada su existencia cuando las personas acceden al servicio público por auténtica vocación de servicio, en una interrelación dialéctica entre individuo, sociedad y Estado.

Si una persona accede al servicio público porque las remuneraciones del Estado son superiores en promedio que las provenientes del sector privado [caso de las remuneraciones del sistema de justicia, por ejemplo], no se está garantizando una idónea realización de la función pública, ni tampoco una permanencia en el mismo, pues si las remuneraciones en el sector privado en algún momento pueden superar a las que se dan en el sector público, aquél que ingresó al Estado para ganar más dinero que el que se brindaba en el sector privado, no dudará prácticamente ni un instante en dejar su puesto público para ir al sector privado.

En el servicio público debe interesarnos la población.

(*) Miembro suplente de la Junta Nacional de Justicia

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